Todos somos Godínez
Jorge Valencia*
Godínez es el oficinista. El que cobra por obedecer. El puntual. El bañado y perfumado. El que se peina y combina y se plancha. El que dice “buenos días”, “estoy para servirte”, “no es molestia” y “bendito sea Dios”.
Godínez aprovecha la inercia de las cosas. Sigue la corriente. “Aquí nos tocó nacer”, dice y saca fuerzas de sus atavismos. “Qué se le va a hacer”. Sonríe, saluda, se despide de mano. Les dice “señorita” a las mujeres y “licenciado” a los jefes. Es servicial y entusiasta. Siempre encuentra motivos para agradecer, para cantar, para brincar. Lee las noticias como literatura fantástica: el mundo es una cosa que va de la casa a la oficina. Él es gente de entresemana. Se duerme a las 10, sueña poco, bendice su cansancio.
Godínez paga un crédito hipotecario. Tiene un vecino difícil con quien practica la tolerancia. Guarda la tarjeta de Bancomer para una emergencia. Tiene a sus hijos en una escuela de paga. Practica el diezmo. Hincha por Real Madrid.
Godínez envejece en silencio. Se mesa las canas. Tiene servicio básico de cable. Vacaciona en casa de una tía de Irapuato. Sólo come a sus horas. El sábado se desvela frente a la tele.
Godínez es una persona de fiar. Siempre tiene una frase de aliento: “Dios aprieta pero no ahorca”, “no hay mal que dure cien años”, “después de la tormenta viene la calma”… Es estoico por convicción, vehemente católico y contador titulado. Sólo ve noticias deportivas y asiste a festejos de familiares cercanos. Nunca se ha reportado enfermo a la oficina. La única vez que faltó fue debido al velorio de su padre. Pero el lunes ya estaba listo a las 7, con desánimo natural y esperanzas que sólo brinda la fe.
Godínez ordena su ropa con pulcritud espléndida: los trajes, la ropa casual, las camisetas y calzoncillos… Si compra una camisa, regala otra. Nunca se excede ni es comprador compulsivo. No fuma y sólo bebe en compañía. Se mide el colesterol. Se hace una revisión médica de forma anual. Paga un seguro familiar. Tiene un coche genérico y una casa con jardín.
Godínez cría peces. Lee libros de autoayuda. Su color favorito es el gris.
Es de los que manifiestan su inconformidad trabajando más. Se queda hasta tarde en la oficina. No habla con nadie. Se aguanta el dolor de cabeza. No se quita la corbata sino hasta que vuelve al coche, de regreso a casa. En el trayecto cavila, mientras las luces de vuelta lo encandilan, si es un hombre feliz. Entonces pone una canción de “The Who”.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]
Los Godinez jamás se titularían en contabilidad perro
Los Godinez jamás se titularían en contabilidad pinche perro