Títulos universitarios y requisitos laborales

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Pedir un título universitario para ingresar a un empleo es una forma rápida de suponer que ese título refleja habilidades y conocimientos para los cuales no se aplicará un examen de ingreso. La persona u organización que ve el título universitario, con los logotipos, firmas, sellos, nombres, imágenes y especialidades deseadas puede conformarse con eso para pasar a las siguientes etapas y conformar un expediente al que se añadirán otros comprobantes fiscales, de domicilio, de estado civil, de edad. En la negociación respecto a las tareas, responsabilidades, horarios, sueldos, actividades permitidas, requeridas o prohibidas, quizá se incluya algún examen oral o escrito para confirmar que lo afirmado en el título o en una entrevista informal se corresponde con lo que quien pide el trabajo afirma saber. Podría aplicarse el dicho de “quien pone el juego pone la trampa”, pues habrá quien presente un título falsificado o habrá quien haya logrado un título legítimo pero con prácticas consideradas ilegítimas y, en muchas instituciones de educación superior, ilegales.

Es famosa la plaza de Santo Domingo en la Ciudad de México no sólo porque los piadosos y misericordes frailes dominicos se encargaban de extirpar toda traza de pecado a los herejes que osaran cuestionar las doctrinas de la siempre santa, universal y desprendida iglesia con sede en Roma, sino también por otro asunto de corte académico. En esa plaza se venden tesis ya escritas para que los diferentes aspirantes a un título añadan la portada correspondiente y luego la defiendan (no sabemos cuántas veces más después de la defensa original) o, ya entrados en gastos, se venden títulos universitarios con el nombre, sellos, firmas y especialidades solicitadas por el cliente dotado de razón para cometer la herejía de titularse con doctrinas y afirmaciones que se tomaron prestadas.

Seguramente no todos los plagiarios de este país han visitado la plaza de Santo Domingo en la Ciudad de México; tampoco puede afirmarse que todos las personas que pasen por ahí anden en los malos pasos de titularse por la buena sacándose ases de otras barajas que contienen ideas de las que no tienen ni idea. Lo que sí hemos sabido en años recientes es que se acusó al expresidente Enrique Peña Nieto de plagiar (es decir, copiar sin citar) la tesis que escribió Miguel de la Madrid Hurtado, uno de sus antecesores en la misma silla del águila. Hemos sabido también de un exrector de un centro universitario de la Universidad de Guadalajara que se apropió de la tesis de un agrónomo que trabajaba en la universidad jesuita de Guadalajara. Hay otros casos de obras publicadas con el nombre de una persona, pero que fueron escritas por otras. Se han corrido rumores en los que se habla de casos de exrectores de la misma universidad que se titularon por la buena sin haber escrito sus tesis. Lo cual no fue plagio, sino contratación de lo que en inglés llaman “Ghost-Writers” para que esos personajes se dedicaran a la política mientras el texto avanzaba casi por sí mismo. Los casos de textos plagiados y publicados por otras personas son otro caso que también (dicen que cuentan los que lo afirman) se dan en algunas instituciones de educación superior en donde las publicaciones literarias o académicas tienen un valor para sumarse a otros comprobantes y ganar incentivos pecuniarios.

En meses recientes se ha promovido la idea de que un título universitario ya no sea un requisito a presentar en algunas organizaciones que lo requerían como parte de los elementos de un expediente laboral. “La universidad es simple diversión”, afirmó el millonario de origen sudafricano Elon Musk (nacido en 1971; https://www.xataka.com.mx/otros-1/para-trabajar-tesla-no-se-necesita-titulo-universitario-elon-musk-no-proporcionan-habilidad-excepcional), así que no sería necesario llevar un título que muestre que se pasó por ella. Así como tampoco nos piden el boleto original o copia de él para demostrar que estuvimos en alguna otra ocasión de esparcimiento. Habrá algunos aficionados que guarden los boletos de partidos de futbol que consideran valiosos; o de conciertos de sus artistas favoritos. Seguro estoy de que algunos aficionados del equipo Atlas de futbol enmarcaron el boleto de aquella ocasión en que su equipo al fin rompió con el dicho de que los tapatíos nacen, se reproducen y mueren y el Atlas nunca fue campeón. Ese boleto de ese partido en el que el Atlas ganó ese campeonato en algunas ocasiones hasta fue objeto de certificación universitaria, cuando el rector Ricardo Villanueva extendió pseudo-títulos a los atlistas para celebrar el triunfo de un equipo tantos años dedicado a perder.

Hay quien afirma que en realidad, “ese papel” (el boleto de un espectáculo, el certificado de la UdeG que celebra el triunfo atlista o el título universitario) no tiene utilidad alguna. Al igual que los billetes, su valor es simplemente simbólico y ya no tiene el valor de intercambio que alguna vez tuvo (https://www.youtube.com/watch?v=gHdgLiWevGU). Como señala Roberto, mi hermano economista: el título universitario no es un patrimonio que puedas sumar a tu haber material. Quizá habrá quien sea capaz de vender esos certificados o constancias a otros para que obtengan algún puesto por la mediación de esos documentos, como da testimonio la existencia del mercado de tesis y títulos tan cercano a la sede de la Santa Inquisición en la Ciudad de México. En todo caso, cabe preguntarse: ¿un título universitario es prueba de que se tiene alguna habilidad o conocimiento? ¿O es prueba de tenacidad y disciplina? Parece que después del ritual de defender un texto que contiene argumentos, hallazgos, revisiones de literaturas previas, dedicatorias a los dioses de la época y a los humanos de los entornos, los sinodales entregan el título con la solemne declaración: “demostraste que sí sabes los trucos de la profesión, así que ahí va el título”. Con el título, demuestras que ya demostraste ante algunos jueces que sí tienes idea de lo que trata la profesión cuyo nombre aparece como “título” de la licenciatura, maestría o doctorado que muestras como evidencia de tus años de estudio con un encabezado elegante que suele tener alguna heráldica de la elegancia y formalidad.

Los jueces, magistrados, fiscales y otros personajes cuyas historias Jorge Luis Borges (1899-1986) ya no alcanzó a consignar en su Historia universal de la infamia, pero de los que han aparecido notas recientemente, podrían haberse ahorrado esa mínima parte de su enorme desprestigio si, para tener el puesto que tienen, no hubiera sido menester presentar una tesis para luego conseguir un título universitario. Aunque nos habrían ahorrado la diversión que nos proporcionaron quienes demostraron que algunas tesis escritas y defendidas años antes fueron plagio directo de las tesis que se presentaron varios años después por muy probos y dignos funcionarios públicos. Para algunos políticos, el título universitario sale sobrando si los candidatos al puesto son capaces de probar su lealtad. Esperemos que sin recurrir a demostraciones extremas que impliquen daño a la vida o integridad de otras personas.

Por otra parte, esta tendencia a eliminar el requisito de un título universitario podría ser un indicio de que los docentes en las universidades pronto seremos superfluos. Al igual que las licenciaturas, posgrados y la escritura de tesis para acceder a un título universitario, la asistencia a clases y la escritura de documentos no prueban que los aprendices aprendan ni, mucho menos, son garantía de que lo aprendido sea útil en la vida fuera de las divertidas instituciones de educación superior.

¿Llegaremos a un mundo neoliberal en donde deja de ser importante el título? “En realidad, la universidad y las empresas pertenecen al mismo grupo empresarial” señala el “Tío Liberal” en el video cuyo enlace ofrezco arriba. Vender la educación para formar profesionales mediocres que consigan un título que demuestra algo que no necesariamente es el manejo de habilidades, pero les da el “mérito” de demostrar tenacidad. Los títulos universitarios, argumenta ese tío, son una prueba de que las universidades no son más que empresas dedicadas a producir los títulos por los que cobran, aunque no necesariamente produzcan trabajadores bien capacitados. En realidad, la utilidad de los títulos universitarios se cuestiona como parte de la utilidad de las escuelas de casi todos los niveles para capacitarnos para el trabajo y la vida fuera de las escuelas. Así, un mundo en donde se reconocen los derechos de quienes trabajan y no los evalúa por los años que dedicaron a aprender determinadas habilidades, se regiría por otros “méritos” diferentes a los años dedicados a las aulas.

¿Se requiere pasar por la universidad para llegar a esos “trabajos del futuro”? (https://www.youtube.com/watch?v=tgv-TcVLyy4). Como bien sabemos, tampoco para la docencia un grado representa una garantía de salarios dignos (https://www.jornada.com.mx/2023/12/23/politica/011n2pol).

Como se muestra en un estudio reciente, aun cuando existe una correlación entre educación y salario (al menos en Colombia: https://www.larepublica.co/especiales/oportunidades-educativas/asi-ganan-los-trabajadores-segun-su-nivel-educativo-34541949) y entre los sueldos y la producción científica en México (https://ensayos.uanl.mx/index.php/ensayos/article/view/240/359), el requisito del título ha dado lugar a más trampas de las que quisiéramos, y a más desaguisados de los que algunos reconocen. En todo caso, para voltear hamburguesas o entregar paquetes no se requiere un título universitario, aunque haya quien lo exija para tener más documentos que exigir en su lista de requisitos laborales.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del departamento de sociología. Universidad de Guadalajara.rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Blanca Torres

    Buenos dias, buen artículo. Ya hay una forma de validar por internet si la cédula o título son fidedignos.
    Sin embargo, los mecanismos de titulación son un gran negocio, las cédulas son un negocio, a pesar de que la normatividad nacional habla solo de la federal en Jalisco ahora tienes que pagar la estatal para ejercer. Y se solicita en algunos trabajos para poder ejercer.
    Referente a la educación escolarizada, si creo que la universidad transforma a las personas. Claro, depende mucho de la universidad y sus criterios de evaluación para que sea mejor o peor egresado. Saludos

  • Irma Beatriz

    La formación universitaria no solo es un paso por las aulas. El contacto con pares y dispares te conduce por la transformación del conocimiento que poseas y te da herramientas que conformarán tu misma personalidad profedional y personal, pública y privada.
    Sí, los títulos te los puedes agenciar de manera ilícita, pero creo que es una minoría la que así actúa.
    Por mucho que la IA acumule información, el contacto, el diálogo o la diatriba personal entre maestros y alumnos es, hasta ahora, insustituible.
    Acotación al calce. En la plaza de Santo Domingo los escribanos también redactaban cartas de amor, escritos judiciales, oficios burocráticos, y otros más.

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