¿Tiene sentido hacer investigación educativa? Para algunos no
Marco Antonio González Villa*
En el campo de las neurociencias, en los últimos años, ha cobrado importancia el estudio de las llamadas “soft skills”, o habilidades blandas, en su relación con las “hard skills”. Estas últimas pueden ser medibles y aluden a conocimientos técnicos y a habilidades para realizar un trabajo. Las primeras, por su parte, hacen referencia a habilidades interpersonales y sociales que mejoran la forma de trabajar de una persona. Históricamente, se ha pensado que los logros académicos y la eficiencia terminal de las y los estudiantes dependen directamente de las hard skills; sin embargo, investigaciones recientes han demostrado la importancia y el papel determinante que juegan los soft skills en ambos criterios escolares, lo cual resalta y patentiza su importancia.
¿Cuáles son las principales soft skills? Algunas de ellas todos las conocemos, como son la inteligencia emocional, la empatía, la resiliencia, la empatía, la creatividad, la resolución de problemas, el liderazgo o la ética, entre otras, que no se pueden medir cuantitativamente hablando, pero ayudan a las escuelas ya que favorecen la construcción y consolidación de la identidad y el sentido de pertenencia institucional escolar; aunado a la valía e importancia que cada habilidad por sí misma posee, también se ha demostrado que ayudan en el desarrollo de procesos complejos necesarios.
En el año 2015, las profesoras de la UNAM Vianey Gutiérrez Arenas y Julieta Monjaraz Carrasco llevaron a cabo una investigación con estudiantes de secundaria en la que encontraron que el sentido de pertenencia institucional es un motivador para el desempeño escolar. En 2025, la Dra. Claudia Morales Ramírez llevó a cabo una investigación con estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades en la que encontró que la eficiencia terminal tenía una relación directa con la identidad escolar, y ésta, con la superación personal y el sentido de pertenencia a la UNAM, por encima de las hard skills. En ambas investigaciones se evidencia el papel relevante de las soft skills tanto en el desempeño escolar como en la eficiencia terminal.
Sin embargo, pese a la importancia de los hallazgos, tenemos aquí un problema profundo: la identificación de los y las estudiantes que presenten un bajo desempeño escolar o que no concluyan sus estudios, afectando así la eficiencia terminal institucional, permitiría generar formas de trabajo específico para el desarrollo y consolidación de las habilidades blandas y fortalecer así cognitiva, psicológica y académicamente a cada estudiante; pero si por decreto se aprueba a todas las y los estudiantes, independientemente de su desempeño, entonces se invisibilizan, se minimizan y/o ignoran las habilidades blandas y su papel en el aula y la vida; se hace creer al alumno y malentiende que posee habilidades y saberes que en realidad no tiene. Tenemos aquí una de las razones de tantas carencias socioafectivas y sociocognitivas de los estudiantes de la mayoría de las escuelas.
Empezó Calderón, continuó Peña Nieto y luego López Obrador con esta política de aprobar a todo estudiante con o sin habilidades y/o conocimientos; y no hablamos de reprobar como control o castigo, sino como una forma de abordar la inmadurez académica y cognitiva de algunos estudiantes que precisan de un mayor tiempo y trabajo escolar en su desarrollo. Hay entonces una oportunidad de que los esfuerzos llevados a cabo por muchos y muchas investigadoras cobren sentido y puedan ofrecer alternativas de solución. Es simple el mensaje: anteponer el conocimiento a la conveniencia política de los datos; solo así las universidades y los institutos de educación superior con sus investigaciones podrán transformar la realidad social. A menos que a alguien le convenga, claro.
*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]