Tiempo
Jorge Valencia*
Es la magnitud con la que medimos la duración y separación de los acontecimientos. En la física tradicional el tiempo es inmutable. Pero las teorías de Einstein han puesto en entredicho este precepto relativizándolo a la percepción de quien observa un fenómeno.
Nuestra formación cultural nos enseña que las cosas ocurren en el presente y el recuerdo de lo ocurrido está en el pasado; por lo tanto, no existe. El futuro aún no ocurre. Desde la relatividad, este orden se altera y lo ocurrido podría estar ocurriendo en una dimensión paralela al presente y al futuro.
Si se considera el ciclo biológico, el tiempo se puede entender como la totalidad de la vida de un ser. El tiempo del perro es diferente al del ser humano. Un año de vida-perro no equivale al año-hombre ni al año-elefante o año-mosquito (éstos viven entre una y cuatro semanas).
El tiempo parece estar ligado a la capacidad de cada ser para sufrir una transformación vital, del nacimiento a la muerte. Porque cada uno se mide con un parámetro distinto, la falta de universalidad justifica la tesis einsteiniana. Al menos en los últimos cien años de la historia del hombre.
La narrativa fantástica abrió el debate durante el siglo XIX. La evolución tecnológica permite la elucubración de la ruptura del tiempo y los viajes hacia el pasado o el futuro. Con su novela, H. G. Welles anticipa lo que podrá ser y sienta el tópico que el cine ha repetido con variable tino. Sea posible o no viajar a través del tiempo, todos lo damos por hecho, como la existencia del unicornio o la visita de los fantasmas. Lo que se puede imaginar, existe y se puede fabricar. Gracias a esta destreza hemos sido capaces de dominar el fuego, construir coches, llegar a Marte… Nuestro límite es la capacidad de soñar.
En los mitos el pasado tiene vigencia. Explica el presente y marca un rumbo hacia el futuro, que es el paraíso. El pensamiento científico ha puesto el énfasis en el presente y la previsión terrenal del porvenir. El pasado es una sucesión evolutiva para llegar al hoy. En el mito no existe la evolución. El Hombre nace por gracia divina, a pesar de Darwin, y sólo se completa cuando regresa a Dios. El resto es una anécdota. Para la ciencia, la anécdota es la razón y medida de todo: el ser.
La idea del tiempo admite cantidad: mucho, poco; y dirección: pasado, futuro. La compresión o distensión permite especular. Si somos capaces de manipularlo, podemos ser lo que fuimos o seremos. Pero no existe una máquina que lo permita. Aún.
La poesía permite todo. De Quevedo escribió: “soy un fue y un será y un es cansado”. Si los seres humanos cambiamos por naturaleza, somos los niños que fueron y los ancianos que seremos, confluyendo en la totalidad de los instantes que duremos vivos. Por lo tanto, en el sintagma de la vida no existe el presente. Todo cuanto somos es pasado o posibilidad futura. El tiempo nos determina.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]
Está de lujo mi admirado Académico Jorge Alberto Valencia.