Textos históricos y fiestas patrias

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Las banderas tricolores que ondeaban en los días de la celebración del inicio de la independencia se han guardado una vez más.
Los alumnos de educación básica, que en los patios cívicos y en las calles de sus comunidades y pueblos desfilaron, han regresado a la normalidad de sus aulas.
Los iconos patrios y los personajes históricos en cromos comerciales aún lucen en los periódicos murales de las escuelas mientras dura septiembre.
Entre música de mariachi y banda por un lado, entre reinas de pueblo y chorreado y jaripeos por otro, las masas populares hicieron un recorrido por la fecha histórica y cívica de más tradición en la historia nacional.
Las fachadas del Palacio de Nacional y el área que circunda El Zócalo en la Ciudad de México aún luce su vestido tricolor ante el asombro infantil que eleva sus ojos curiosos hacia el brillo del papel escarcha, ante la monumental bandera que ondea indiferente.
Los palacios de gobierno en las entidades federativas también lucen sus vestuarios de china poblana imaginaria.
En el palacio de gobierno de Jalisco luce galana la figura en movimiento de Hidalgo, el mural obra de José Clemente Orozco. La llama, su calvicie distintiva, el brazo fuerte, el rictus de su rostro en expresión de arenga.
Las luminarias nocturnas iluminan con desvelo, también con destellos de luz tricolor ya cansados la noche en los palacios de gobierno de las entidades federativas.
La vida y las ocupaciones cotidianas vuelven después de un primer puente largo.
Los mexicanos guardamos ya en el fugaz recuerdo de hace apenas unas horas esa ilusión de independencia real que nos dieron la transmisión en televisión, radio, prensa y redes sociales de las ceremonias y los gritos del presidente, gobernadores y presidentes municipales.
La convivencia familiar alrededor de los asadores y las bebidas espirituosas se manifestó de variadas formas, la realidad nacional fue tema de reflexión secundaria ante el tema de los partidos fútbol estelares del fin de semana.
Los cohetes se han silenciado y los equipamientos militares paseados en los desfiles militares se han guardado, las tarimas improvisadas se han desmontado.
Este año hemos celebrado 209 años del inicio de la lucha por la independencia y hemos juntos gritado una vez más ¡Viva México!
Por un momento la fecha nos ha unido.
Hemos también celebrado el 13 de septiembre, 172 años de la gesta heroica de Los Niños Héroes contra el imperio norteamericano en El Castillo de Chapultepec.
Ocupamos de la paternidad de los héroes, de sus canas, de la energía de su adolescencia; de los que se atrevieron, que encabezaron un movimiento social, una lucha, la resistencia, una defensa de la soberanía nacional.
Ocupamos de los iconos que nos dan identidad y pertenencia, que nos hacen sentir que ser mexicano es una forma de navegar y volar en el mundo.
Nos movemos como colectividad en el estadio teológico o mitológico Comtiano.
Festejamos y contemplamos lo que poco comprendemos desde una débil formación histórica, desde una historia de bronce escolar que nos ha dado una versión que deifica al héroe, que lo inmortaliza en esculturas de mármol, bronce, cantera y pintura, en billetes y sellos de correo.
A los mexicanos de hoy nos es más fácil creer y aceptar que informarnos y preguntar. Es más fácil leer poco y comprender menos los hechos del pasado y su singularidad.
Oímos y vemos en los medios masivos, poco discriminamos la calidad de la información.
Ciudadanos de fe y no de conciencia, para quienes es casi imposible romper los mitos alrededor de los héroes que se dice que nos han dado patria.
Mejor creer en Juan Escutia que se inmoló en la defensa de la bandera nacional.
Mejor creer en el padre de la patria que enarboló el estandarte de la virgen de Guadalupe y rompió las cadenas de esclavitud, mejor el Pípila y su piedra en la espalda en la toma de la alhóndiga de Granaditas.
Mejor creer en el Siervo de la Nación, de caballo y paliacate y el caudillo del Sur que mantuvieron la llama viva de la lucha independentista.
Mejor no relacionar la invasión francesa a España y el destino de Fernando VII, mejor no pensar en la crisis de la monarquía española y asumir que fue por voluntad de un pueblo organizado por sus criollos descontentos que se obtuvo la independencia nacional.
Mejor aceptar.
Mejor no evaluar el desempeño de los militares y gobernantes que defendieron la soberanía en 1847 y que permitieron se cercenara el territorio nacional.
A Los hombres y mujeres del oficio de la política les vienen bien estos días donde se exacerba el patrioterismo de las masas a golpe de brindis y verbenas.
En el imaginario colectivo la patria de las poesías escolares, la patria idealista nos abriga de distintas maneras.
Hacer patria el día de hoy es muchas veces sobrevivir de manera callada y soportar estoicamente los tanteos políticos y las dádivas de quienes administran los impuestos y las riquezas nacionales.
Son días perfectos de redituabilidad de economía política primaria y de legitimidad indiscriminada del conjunto de la clase política.
La sociedad mexicana, proclive a la inmediatez y generosa en el olvido y el perdón, los exenta por estos días y les aplaude sus gracias actuadas y discursos huecos.
Que literario se escucha el discurso del orador, cuantas figuras metafóricas del sentido de la patria, nuestra tierra nutricia, nuestro cielo azul, nuestros mares, llanuras y montañas, y la valentía del orador ante las masas ensordecidas por el ruido y las palabras proferidas con fuerza y heroísmo ante los micrófonos, ante las cámaras.
Que emoción ver tocar las campanas desde los balcones de los edificios de gobierno, que emoción las luces fugaces de los juegos pirotécnicos, los cohetes que retumban los cielos como el rugir del cañón.
Fueron días de ruido y parafernalia para que los malos y buenos gobernantes se bañen de pueblo, para que se oculten en las gloriosas notas del himno nacional y vivas, las ineficacias de quienes prometieron hacer mucho y excepto el logro de salpicar el multiverso con palabras vacías, no han hecho nada en los temas importantes, a pesar de sus informes de gobierno.
Fueron días también para tener pretexto de algunos excesos. Algunas plazas públicas, algunos espacios públicos convertidos en cantinas, las fuerzas del orden para la paz y el orden ocupadas en controlar ebrios, buenos para esculcar bolsos de mujeres y niños.
Fiestas patrias que legalizan el consumo extensivo de bebidas etílicas y que promueven en una atmósfera permisiva el estado de embriaguez de los jóvenes.
Los mexicanos de hoy, la patria que vivimos.
Fiestas patrias, un éxito comercial para tequileras y cerveceras, para fabricantes de botanas y comida chatarra, para carniceros, la evasión como sentido existencial de una sociedad mexicana distraída.
Los múltiples textos históricos que nos invitan a valorar nuestra historia, a vivificar la memoria, a refundar la identidad, hoy que las fronteras nacionales se hacen líquidas por las tecnologías de la información.
El Ángel de la Independencia flagelado por el grafiti y el vandalismo de la marcha contra la violencia en contra de las mujeres.
El monumento en la calzada independencia sembrado en un área de emergencia territorio de la delincuencia, la mendicidad y el vicio.
Las múltiples calles y avenidas caminadas, de nombre Hidalgo, Morelos, Guerrero, Iturbide, Josefa Ortiz de Domínguez, Aldama, Javier Mina, etcétera.
El Castillo de Chapultepec y las estatuas de bronce de Los Niños Héroes que empuñando sus armas nos recuerdan de la amenaza interna y externa a la soberanía nacional.
El monumento a Los Niños Héroes en la avenida Chapultepec de Guadalajara hoy convertido en memorial de los desaparecidos, hoy convertido en memoria viva del dolor y la desesperanza de las familias ante el vergonzante sistema de justicia.
Los historiadores del siglo XIX Lucas Alamán y José María Luis Mora y su visión de país, los historiadores televisos del siglo XX como Enrique Krauze.
La historia apéndice de los gobiernos rapaces, los Colegios de México, de Michoacán y de Jalisco y su débil producción de material científico para enriquecer la cultura histórica.
Los cronistas de ciudades y pueblos.
La historia reciente de los partidos políticos, de las instituciones de justicia, el Plan se Iguala, los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, el abrazo de Acatempan y la insultante verdad histórica peñista, la apuesta por el cansancio y el olvido.
Las razones de los festejos por argumentarse.
Los textos históricos por leerse.
La memoria y la conciencia histórica por enriquecerse.
Las fiestas patrias por reflexionarse.

*Doctor en educación. Supervisor de Educación Secundaria del sistema federalizado. zatarainr@hotmail.com

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