Tesistas y otros roles escolares

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Por lo general, para terminar la educación primaria, secundaria o preparatoria (para el nivel superior) basta con cursar todas las asignaturas y pasar unos cuantos exámenes de distintos tipos y distintos grados de dificultad. Rara vez se condiciona la entrega del certificado de esos niveles con la realización de una tarea global en donde se refleje el conjunto de aprendizajes adquiridos en semestres o años previos.
Es en la educación superior donde cambia la lógica. Es común que en licenciatura, maestría y doctorado se añada el requisito de escribir una tesis, misma que puede ir desde una breve tesina hasta la escritura, exposición y defensa de una larga y detallada disertación. Esa tesis tiene el propósito de demostrar que su autor(a) es capaz de encontrar, organizar y exponer información respecto a un campo temático, plantear preguntas pertinentes de investigación y encontrar respuestas, al menos parciales, para los problemas propuestos. Para muchos de los estudiantes, que se convierten en “tesistas” (aunque las computadoras se resistan a esa denominación y cambien el término por el apropiado para quienes juegan un deporte de raqueta, pelotas y red en una cancha de arcilla o pavimento) es ahí donde comienzan los retos de la vida profesional y asumen entusiastas el periodo de investigación, escritura, argumentación y presentación de la tesis. Para muchos otros, la tesis se convierte en un obstáculo casi insuperable. Es casi como pensar en la muerte: saben que llegará ese momento en su vida profesional, pero hacen lo posible por postergar el pensamiento, la planificación y la realización de tan monumental documento.
El aprendizaje que se demuestra en las tesis de licenciatura, maestría o doctorado, refleja lo que el individuo que desea dejar el rol de “estudiante” para asumir el de profesionista con un grado académico ha aprendido y aplicado a lo largo de casi toda su vida escolar. Medida en términos de tiempo, la tesis puede llevar más que cualquier otro curso, sumando las sesiones en grupos y las horas de estudio y preparación de productos que muestren la aplicación de la asignatura. En buena medida, los tesistas se convierten en sujetos de una evaluación que es más constante, acuciante y estresante que los cursos específicos que suelen en terminar en unos cuantos meses. El rol de tesista implica demostrar que se sabe también administrar el tiempo, organizar la información y argumentar con datos y lenguajes. En muchas de las instituciones en las que se incluye la tesis como requisito para conceder el grado académico, suelen asociarse los roles de docentes para seminarios o talleres de titulación, directoras o asesoras del proceso individual e incluso actividades e interacciones con otros que atraviesan por el mismo proceso: otros “pasantes” con problemas y temas relativamente cercanos o lejanos, pero que han de ajustar sus exposiciones a estructuras y lógicas bastante similares.
En charlas recientes con estudiantes de los últimos semestres de licenciaturas o posgrados, he encontrado dos extremos entre los que se ubican las aspiraciones de los tesistas: por una parte, quienes ven la tesis como un desafío para demostrar su capacidad para ingresar al mercado laboral-profesional; por otra, quienes ven en su rol de tesistas una serie de exigencias de las que quisieran escapar lo más pronto posible. Para muchos de estos últimos, la tesis es un requisito que los paraliza, los angustia y, en buena medida, del que prefieren distraerse y procrastinar para no tener que armar una argumentación que suele parecerles que no tiene ni pies ni cabeza.
Recientemente se ha planteado en algunas instituciones y entre algunos estudiantes de educación superior que la tesis no debería ser ya un requisito indispensable, en especial para quienes logran demostrar de alguna otra forma su capacidad de asumir retos profesionales y laborales para los que argumentar en un documento no es suficiente. Hay libros, páginas web, seminarios, cursos extracurriculares, coloquios de avances, congresos en los que se convoca a tesistas. La pregunta es cada vez más urgente: ¿sirve la tesis a otros estudiantes o es sólo un documento que muy pocos consultarán (a veces no la leen ni los especialistas, ni la pareja, ni los progenitores o abuelos de quien la escribió) y que se convierte más en un obstáculo que en un escalón?
En buena medida, las tesis, más que sumarse a los logros de una carrera profesional que inicia, se convierten en indicadores de eficiencia de los docentes que las suman a la cantidad de estudiantes que han logrado ayudar a trascender tan dificultoso trance. Por esa razón, esos docentes presionan a los tesistas a trabajar en “su tiempo” de asesoría para asegurar la doble contabilidad de un pasante más que se convierte en experto profesional y una marquita más en los logros docentes de quien la dirigió, asesoró o leyó. Entre las quejas de quienes asumen el rol de tesistas, empero, se encuentran: que los docentes que deberían apoyarlos a veces no les prestan suficiente atención o se convierten en críticos tan feroces que parecería que hacen lo posible para que los tesistas nunca resuelvan todas las dificultades de la tesis; que durante los cursos del nivel no se haya dado la preparación suficiente para aprender las habilidades asociadas con escribir la tesis; que ese documento resulta un requerimiento burocrático más, y no tanto un producto académico; y que la demostración de la tesis no resulta suficiente para conseguir un trabajo adecuado en el campo disciplinar en donde la presentaron. Habría que dedicar tiempo para discutir si convendría establecer otras alternativas de titulación, dependiendo de las disciplinas y de los campos de aplicación de éstas en la vida profesional. Algunos pasantes que han prolongado la presentación de la tesis han acabado por encontrar que hay algunos contextos en los que el título de grado no les resulta de valor para ser contratados y no tiene relación con su desempeño laboral. ¿Puede el mundo académico y profesional ser mejor con las tesis? ¿O podría mejorar el mundo, además de reducirse el estrés de muchos de esos pasantes si las tesis dejaran de exigirse como requisito para reconocer la capacidad profesional de sus autores?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor-investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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