Ser y/o hacer maternidad

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Una celebración más del diez de mayo. Donde es posible con flores y mariachis, donde hay poder adquisitivo y cultura familiar música y festín; donde no se puede más, el económico abrazo, el significativo apapacho, la sonrisa, la mirada agradecida, la flor silvestre, la flor del propio jardín.
Hacer festejo a la maternidad de leche y miel en las comunidades de hombres, mujeres y niños que se reúnen so pretexto de la fecha icónica.
Suenan las canciones, guitarras y panderos de los coros escolares que llevaron serenata, en los homenajes a través de proyectos integradores de música, poesía y baile, de las decoraciones de docenas de manos.
No hay madre o significado de la misma en abstracto, siempre hay materialización o concreción del significado y vivencia de la misma con un referente, la madre presente o la madre ausente de cada quien.
De tal madre tal hijo o hija, podemos parafrasear el dicho popular relativo a palo y astillas.
La encarnación de la madre en el sino de la personalidad de cada quien que trasciende al momento más vulnerable de la primera infancia.
La madre como figura nutricia alimenta casi de manera permanente todas las etapas del desarrollo humano. La madre y sus mediaciones del inconsciente colectivo, la configuración del ego y el superyo, las madres y su impronta de gustos y percepciones, las madres víctimas y victimarias en ese círculo reproductivo intergeneracional.
En el proceso de ser sujeto en ejercicio de la libertad, casi de todo se puede salir, casi de todo se puede emancipar, excepto del cordón umbilical imaginario o de los brazos protectores de la madre.
La madre regazo cálido, consejera y cómplice.
La madre, ojo que vigila y mano que sostiene los equívocos infantiles, los ensayos y tanteos.
La madre enfermera, doctora tradicional para aliviar enfermedades, dolores reales e imaginarios.
La madre gestora de la limpieza personal, la que viste, la que forma para la elección y la autonomía.
La madre garante del buen comportamiento, prolija en regaños y reconvenciones.
La madre observadora con rol de educadora y asesora en las tareas escolares.
La psicóloga primera de hijos e hijas, atenta al mapa de emociones y comportamientos, la que escucha, la que calla, la que por acción u omisión forma lo mejor o deforma.
La madre escolarizada que tiene por aprender de la tradición y de las madres no escolarizadas.
Las madres frustradas y las madres realizadas por el desempeño de los hijos.
Al final, como en toda relación humana el constructo de relación entre madre e hijo es único y definitorio para ambas partes.
Las relaciones de amor más auténticas se construyen en el binomio madre-hijo, madre hija.
Las competencias de la maternidad se afinan en la relación con el o los hijos.
Las fotos familiares del recuerdo, las infancias capturadas en la lente de una cámara, los ojos brillantes de la madre lectora incansable de llantos y sonrisas, lectora de las cabezas despeinadas o de las prendas rotas.
Las relaciones entre madre-hijo, lo que se habla, lo que se calla, las oleadas mansas de odios intermitentes en los ciclos de emancipación de los sujetos de la tutela también se materializan en ese binomio, mucho de la “sombra” o del inconsciente en el cliente del diván es zona de búsqueda de los terapeutas, de los psicólogos.
A través de las buenas madres se construye patria, se fortalece la identidad y la sexualidad, se forman valores importantes como responsabilidad o el amor al trabajo.
En la educación de los niños, niñas y adolescentes la variable explicativa del desempeño escolar está en el amor y acompañamiento que pródiga la madre en el entorno del hogar.
Es un poema ver cómo entrega la madre a sus pequeños en la puerta de ingreso del jardín de niños.
Y qué mayor ejemplo de educación familiar inclusiva, que el grado de concreción de humanismo, amor y responsabilidad que prodigan las madres de niños que presentan necesidades educativas especiales.
Es también bella la imagen al ver como algunas madres acompañan a sus hijos e hijas a las puertas de ingreso de la escuela primaria y la escuela secundaria, como asisten puntuales a acompañarlos en la hora de la salida.
Las madres celebradas el 10 de mayo en los patios cívicos de las escuelas.
La emoción de los niños, niñas y adolescentes que preparan el homenaje para sus madres. Ensayan, estudian, memorizan, sudan y zapatean para dar lo mejor de sí en el evento planeado.
Las madres maestras que regalan tiempo extra de ensayo, las que acompañan y pulen habilidades, las que cuidan de vestuarios, peinados y del calzado lustroso.
Dan, encomian, destraban introvertidos, corrigen errores y pacientes con carácter, alinean pequeñas torpezas, acompañan, modelan.
El puente de relación dialógica que facilita la escuela para el encuentro entre padres e hijos.
El tejido social que se construye silenciosamente a través de la escuela, desde hace ya mucho tiempo lejano a los cálculos y a los shows infantiles de políticos burdos en intenciones propagandísticas, en eventos como la pelea del millonario empresario Saúl “Canelo” Álvarez contra el inglés John Ryder más distraído en la ganancia del circo, la actuada resistencia para no parecer sparring papita, o francamente suspirante de la coronación vergonzosa para la mentalidad republicana de su septuagenario rey Carlos III ajeno a las manifestaciones que gritaban “Dios salve a los pobres”.
Que suerte la del ahora rey inglés de haber tenido como madre a una reina, que mala suerte la de todos los demás contemplativos, plebeyos ingleses y no ingleses.
El show de la pelea, el rol de los espectadores solventes para comprar butaca cara, virilidad masculina cuestionable y simbólica. El jodido que triunfa y se faja a golpes, la aristocracia postromana y posmoderna en decadencia, enferma de adrenalina de fin de semana, ajena al significado de la gesta del 5 de mayo.
La ausencia de madres en el espectáculo, las contadas mujeres en su rol de acompañantes. La pelea de box del sábado en el Akron Guadalajara, fiesta de la estulticia y la apuesta, burda caricatura, las inequidades y los absurdos entre los géneros en este estado, en este país.
Ellas, atrás del burro de planchar, viandantes de a pie; ellos conducen autos, lucen ropas nuevas y empinan bebidas etílicas tequileras y cerveceras mientras ovacionan al boxeador pelirrojo que se atreve a hablar de sueños a los niños asistentes.
La permanente enajenación, el desfile de personajes tras bambalinas, la danza de los dólares y los pesos, la catarsis momentánea.
El mundo real de las mujeres y las madres, las casadas, abandonadas, viudas y las solteras; las esposas y madres de desaparecidos.
El reto social de gestionar maternidades responsables, la educación sexual y la problemática recurrente de los embarazos precoces.
Las madres menores de edad, los hijos e hijas en este perfil de madres, los círculos perversos de la pobreza, la formación psicológica, la esperanza de educar mejor a la niñez y la juventud.
Las madres y la retórica; la valoración social y familiar auténtica en la estación de espera.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

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