Ser otro

 en Jorge Valencia

Jorge Valencia*

A diferencia de los animales, los seres humanos tenemos la habilidad para ser quienes no somos. Principalmente, los actores. Son vaqueros de 9 a 1, después bomberos, y terminan como maridos fieles al anochecer. No solamente ellos.
Los médicos, los futbolistas y los empleados de gobierno. Las tortilleras y aeromozas, los taqueros y las bailarinas exóticas. Todos desempeñamos un rol. Todos cabemos en la categoría de la impostación. Usamos máscaras talladas con esmero. El histrionismo es nuestra condición natural. Un padre de familia se asombra de las anécdotas que los maestros les refieren acerca de la conducta de su hijo. No puede creer que el adolescente fume. Debería. Nadie tiene una manera de ser definitiva. El carácter se construye por las circunstancias que se barajan durante la vida. No hay personas más diferentes que dos gemelos criados en hogares distintos.
Podría ser que lo que somos venga de lo que los demás ven. Somos una definición atrevida por otro. El hijo de familia para mamá. El hombre irresponsable para el jefe de la oficina y el aficionado devoto para el Atlas. Un mexicano más. Un católico de extrema derecha. Un conductor ebrio pescado en las redes del internet…
Tendemos a la abstracción. Definimos el mundo para entender nuestra insignificancia óntica. Nombrar las cosas es el mayor acto de defensa. Teorizamos. Recurrimos a la categorización y el estereotipo. Sólo existe lo conocido (América se incluyó en la historia a partir de 1492). Lo demás son cuentos, mitos surgidos del temor y la ignorancia. El mundo termina después del horizonte del mar…
La ciencia es nuestro canon, casi siempre. Por lo tanto, repetimos patrones para fortalecer nuestras certidumbres. En la rutina encontramos consuelo. El ritual nos dice quiénes somos: gente de lunes a viernes (nuestra apariencia es la suma de nuestras apariencias cotidianas). El fin de semana nos permitimos aventuras secretas: dormir un poco más. Comer grasa. Una cerveza. Usar la camiseta de la Selección. Evitar el gel. Comprar unos zapatos de moda. Jugar a ser otro: el impredecible, el distinto, el que nadie prevé.
Nuestro reto es lograr ser. Y el ser es un ideal consciente al que aspiramos. Pulimos la máscara con experiencias y fracasos. Nos calza incómoda. Volvemos a tallarla. Nos esforzamos por ser lo que no somos. Evitamos un gesto. Engolamos la voz… Nadie puede contentarse con lo que es porque estamos en movimiento constante. Cambiamos. El que es viejo quiere volver a ser joven y corre, hace lagartijas, usa cremas milagrosas. De nada sirve. Aún volver a ser el de antes implica un cambio del ser.
De manera que la entidad está ligada al tiempo, al transcurso natural de la naturaleza de los seres vivos. Occidente cree que todo termina en Dios. La metempsicosis plantea que volveremos a empezar en otro. El existencialismo, sólo que dejaremos de ser. Pero aún sin ser, alguien nos hará santos, héroes, traidores póstumos de una vida que no decidiremos.
Heráclito dijo que nada es permanente excepto el cambio. Siempre seremos otro. Nuestra verdadera condena está en el esfuerzo que depositamos y el hartazgo que nos consume.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

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