Repetir o no repetir, he ahí el dilema

 en Carlos García

Carlos M. García González*

Decía el santo padre Sigmund Freud que una fuente del sufrimiento humano era “tropezarse con la misma piedra”; y que para no repetir la misma historia o drama personal una y otra vez, era necesario “tramitar el expediente”; es decir reconocer la repetición, vencer la resistencia de abrirlo, leerlo, comprenderlo, realizar las tareas pendientes, no hacerse tonto y evitar conscientemente de no volver caer en la tentación de repetir la historia, la relación, el problema. De no hacerlo así, muchas veces la historia que se repite una y otra y otra vez es lo que conduce a la gente a buscar una terapia; digamos cuando la misma escena vuelve con nuevos personajes y la gente se pregunta ¿otra vez?, ¿no había pasado ya por aquí?
A veces es esa extraña vivencia de re-vivir detalles de una situación con el sentimiento de ya haber experimentado ese momento… Pero eso es otra cosa, es el deja vu, lo ya vivido. Cada instante de nuestra vida, grande o pequeño, es irrepetible; sabemos de su singularidad y sin embargo…
La singularidad de cada evento telúrico, o temblor consiste en que no pueden ser predecibles. Tampoco el que haya pasado, uno el siete y otro el 19 de septiembre. Y menos, el que se repita el segundo exactamente en la misma fecha, pero 32 años después. Nada implica ni que estén relacionados o que esté cayendo sobre nuestro país el fin de los tiempos. Porque no siendo predecibles ni siendo eventos vinculados, racionalmente no tienen nada que ver uno con otro. En estos treinta y dos años hubo ocho años bisiestos en que febrero contó con 29 días… ¿qué dios o demonio mantuvo la cuenta para recetarnos otro en el aniversario exacto de una cicatriz casi olvidada?
Sabemos que nuestra memoria no es racional; ella selecciona, olvida, embellece, reprime, niega o enaltece. Nuestra memoria es relacional. Es también por eso que repetimos la misma historia. Porque no todo en nuestra vida es racional, o lógico o coherente. Hacemos y decimos cosas sin realmente saber por qué, hasta que descubrimos sus relaciones. Pero la naturaleza es indiferente, independiente a esa memoria, excepto para los chamanes que conectan puntos del macro al microcosmos o para los psicoanalistas que vinculan el pasado con el presente.
Los antropólogos y los psicoanalistas medio coinciden en la idea de que además del mundo racional, hay otro, el no-racional en el cual transcurre nuestra existencia; además está el mundo irracional el cuál ese si está reservado para el personal que habita los manicomios, los hospitales psiquiátricos, las cárceles, los divanes del terapeuta o de plano el panteón para los suicidas; y en algunos casos habita en los congresos del estado y las direcciones de programas de posgrado. Es un mundo en el que aún reconociendo la ley, norma o costumbre se le transgrede de forma deliberada; pero que, sin embargo no lo ven, no se dan cuenta; su conciencia está escindida, segmentada, desconectada.
Es contra-intuitivo, pero nos movemos en el mundo no-racional. Todos los argumentos que empiezan o terminan con un: “…deberían”… están vinculados a que una sedicente autoridad, por ejemplo un gobernador, que debería ser el garante de la ley, olímpicamente la transgrede, digamos, secuestrando a los trailers con apoyo para damnificados del estado de Morelos, para meter dichos recursos en cajas del DIF estatal, tomarse la foto y usarla en la campaña del año entrante. La impunidad y su hermana la corrupción son “naturales” en nuestro país. Un extranjero asombrado por la solidaridad comenta en redes sociales: “ustedes podrían ser el mejor país del mundo. No entiendo nada-dice”. “Ni yo”, le contesta su amigo mexicano. Pero deberíamos.
Atribuirle a la naturaleza una inteligencia que decide, castiga y planifica desastres contra nuestro país, es ejemplo de lo no-racional. Uno puede entender las razones por las cuales rezan por su seguridad un topo, esos mineros que vencieron la claustrofobia y salvan vidas; o los rescatistas y su perro, antes de ingresar a los huecos que deja un derrumbe. Pero es evidente que un camión lleno de rezos no alimentará a los que perdieron todo. Pedir que se les retire todo el financiamiento oficial a los partidos políticos es abrir las puertas al lavado de dinero. Es una petición que usa el descrédito de la clase política para promover una agenda independiente; pero su implicación racional es dejarle el estado de Jalisco al resto de los carteles, empezando por el inmobiliario. Lo racional, debe ir acompañado de lo no racional. Diferenciar y relacionar ambos planos: lo racional, y lo no racional será signo de mayoría de edad en las próximas elecciones.

*Profesor-investigador del Centro Universitario de Los Lagos de la UdeG. carlosmmanuel@gmail.com

Comentarios
  • verónica vázquez-escalante

    Un excelente análisis que me ha dejado sin palabras. Tiene mucha razón lo que aquí escribe usted y en mi opinión, es un escrito realmente con dilema. Gracias y felicidades

  • Ramón E T C

    Es un artículo que se tropezó con su propio contenido.

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