Renovación educativa
Miguel Bazdresch Parada*
Abrir las escuelas para regresar a clases, de pronto se volvió una urgencia nacional. Sí, los niños y las niñas necesitan volver a la escuela y ver cara a cara a sus compañeros y maestros. También los y las jóvenes de prepa y de universidad. Las relaciones de amistad sostenidas por la rutina diaria escolar requieren eso, ir a la escuela. Es el argumento central para el regreso y es compatible con una escuela preparada para brindar protección sanitaria bien pensada y ejecutada, con las precauciones necesarias. Desde luego no es la misma escuela cerrada en 2020. Es otra. Es necesaria una escuela renovada.
Una renovación muy importante es evitar y desterrar toda clase de adjetivos y descriptores de los estudiantes como “atrasados”, “sin aprendizajes necesarios” “retrasados” y “fuera de norma”. Esa sería la mejor manera de dar no uno sino varios pasos atrás. Renovarse ante los sucesos educativos suscitados por la pandemia requieren la recepción amorosa (escribí amorosa) de niños, niñas y jóvenes. Vienen después de una situación de confinamiento cuyos efectos emocionales superan en importancia cualquier contenido canónico, sin negar su lugar. Hemos de hacernos cargo con seriedad y valentía de la situación emocional vivida en la pandemia por los estudiantes. No se puede volver a la escuela de antes con estudiantes afectados por este año y meses de confinamiento. Sería una grave afectación del mundo emocional de los estudiantes en sus relaciones con amigos, familiares y profesores/as.
Un niño, niña que ha tenido que aprender a marchas forzadas cómo trabajar con las clases virtuales, con las clases por televisión o mediante los materiales educativos de internet, de un día para otro, con poca ayuda de sus familiares pues ellos también sufrieron cambios bruscos en su modo de vida. Y con todo, el tiempo, la tenacidad y el respeto por la obligación de educarse niños, niñas y jóvenes aprendieron. Quizá no todo lo mandado por los programas o los contenidos canónicos de cada año escolar. Y si algo de eso, sobre todo mucho de cómo relacionarse a la distancia, cómo preguntar a un maestro al cual no veía, a pensar por sí mismo qué sigue, a decidir si escuchaba, hacia los ejercicios y participaba con su voz o se escondía detrás de una cámara apagada, o de un “no entiendo” o de un pretexto: “el internet no sirve”.
Los estudiantes han avanzado en muchas cosas. Por lo pronto en edad, en experiencias amables o no, divertidas o no, al fin experiencias para reflexionar. Eso, reflexionar, es la tarea principal de la nueva escuela. Esa que es nueva porque profesores y estudiantes son otros, después del confinamiento y una escuela a distancia. Quizá nuevos porque debieron hacerse el ánimo de abandonarla porque no tuvieron alternativa y algo podrán reportar de su vida fuera de la escuela, pues algo habrán aprendido de sus emociones, de sus molestias, del abandono de sus amigos.
Eso, reflexionar juntos sobre qué, cómo y dónde han pasado el confinamiento, con otra forma de educarse, con cuáles gustos, con cuáles disgustos. Esa es la tarea de profesores y profesoras. Volver a clases no es volver a estudiar los contenidos prescritos, sino volver a tener la oportunidad de que sus estudiantes y ellos/ellas recuperen la experiencia de la vida en pandemia. Hablar de todo lo sucedido, pensar qué cambio en su vida interna, pensar en cómo son otros niños, niñas y jóvenes, como ellos profesores y profesoras son otros también. Otra cosa sería un enorme fracaso.
*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]