¿Qué estudiante se mira y cuál se imagina?
Marco Antonio González Villa*
Cada propuesta y política educativa, cada teoría, cada modelo y/o cada enfoque sería preciso analizarlos desde la idea que tienen con relación a la categoría de normalidad, los fines de la educación para las y los estudiantes, así como los valores o bien los problemas sociales a los que se intenta dar solución. Lógicamente, cabría también analizar la concepción de niñez, adolescencia y juventud que manejan, porque esto determina mucho de sus estrategias y formas de intervención educativa.
Porque bien podríamos hacer el ejercicio de preguntarnos directamente lo siguiente: cuando tengo frente a mí a un estudiante, ¿qué miro y qué pienso en torno a él? Y vienen entonces diferentes opciones de respuesta que llevan a reflexionar en torno al origen de cada una de ellas: ¿es alguien que debe ser educado?, ¿por qué?, ¿bajo qué valores o código moral?, ¿es alguien que necesita obtener ciertos conocimientos y desarrollar habilidades?, ¿cuáles y por qué?, ¿qué ganará con eso?, ¿es alguien a quien debo preparar para insertarse al mundo laboral posteriormente?, ¿para qué puesto lo estoy preparando?, ¿es alguien que preparo para que pueda transformar la sociedad?, ¿entonces la sociedad debe cambiar?, ¿por qué?, ¿o cuáles aspectos específicos?, ¿lo que enseño le garantiza una mejor vida futura?, ¿cómo lo sé?, ¿con qué modelo didáctico aprenderá más?
El problema es más difícil de lo que parece, sobre todo porque cada reforma educativa, derivada de un elemento político, trae consigo elementos y categorías distintas que basamentan un proyecto de país, no consensuado, pero que debe ser apropiado por las y los docentes. ¿Pero estamos viendo y proyectando al mismo estudiante? ¿Qué alumno veía a futuro Calderón? ¿Cuál Peña Nieto? ¿Y Obrador? Definitivamente no veían al mismo, así como tampoco concebían un mismo país.
Pero, lejos de las pretensiones políticas y sus, quiero creer, buenas intenciones al momento de concebir la educación y el tipo de estudiante ideal, en el aula se encuentra un docente que posee su propia idea de estudiante, de educación y de los fines de la misma. El docente es uno de los protagonistas de la educación y juega, según el guion social, un papel y rol específico, pero ¿quién es el otro de la educación? Definitivamente el o la estudiante, pero ellos no tienen un papel o un guion a seguir, van improvisando realmente y eso genera certeza e incertidumbre en el otro. El/la docente tiene una preconcepción sobre las personas con las que comparte el aula, pero, nuevamente, ¿qué mira realmente?, ¿un ser inacabado o incompleto?, ¿un semejante del que también puede aprender?, ¿al libertador o revolucionario que logrará cambiar lo que uno no pudo?, ¿una responsabilidad?, ¿una obligación?, ¿el futuro de la especie humana?, etcétera. Las respuestas que demos ante estas preguntas develan una postura filosófica, epistemológica y didáctica específica en torno a la educación y, dada la diferencia ontológica que acusa el ser humano, cada uno puede tener una visión o perspectiva diferente. Ahora, definir cuál postura es mejor nos llevaría seguramente a una confrontación en la que difícilmente alguien podría declararse ganador. ¿O acaso todos los docentes concebimos igual la educación y la idea de estudiante? Sabemos que no, pero valdría la pena dialogar para construir puentes entre diferentes posturas, ¿no? La concepción de educación y de estudiantes de nuestro secretario de Educación, ¿es la misma que tenemos hoy todos los docentes frente a grupo? Ahí dejamos esta idea para reflexionar.
*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]
…construir puentes entre diferentes posturas…
Sería lo mínimo a partir de lo cual dialogar. Tristemente el diálogo es uno de los grandes ausentes del contexto educativo actual.