Profesoras, profesores y reformas educativas

 en Manuel Moreno Castañeda

Manuel Moreno Castañeda*

En una investigación que realicé acerca de las teorías y prácticas educativas de las escuelas primarias del Estado de Jalisco entre los años de 1910 y 1940, una profesora directora de una escuela estatal durante la educación socialista de los años treinta. Me platicaba el dilema en que se encontró cuando llegó la disposición de que todos los docentes debían asumir el socialismo como una doctrina en sus prácticas educativas o renunciar. Ella que era ferviente católica y veía al socialismo como engendro del demonio, acudió con el cura del lugar en busca de consejo, que fue contundente: “tú diles que sí, porque si renuncias van a poner a alguien que sí sea socialista” respuesta y actitud que cundió entre otras profesoras, que se decidieron por la simulación. Desde luego hubo algunos pocos que aceptaron, como quienes protestaron en contra, pero no pasó de ahí, como no paso con las demás reformas. No estaría por demás recomendar a los políticos tomadores de decisiones en materia educativa, que estudien la historia de la educación, y en este caso, de la formación docente. Aprendizaje que debe considerarse cuando se evalúen las competencias profesionales de las autoridades educativas, si es que se pretende una evaluación integral.
Si revisamos otros intentos de reformas educativas, al menos en los últimos ochenta años, nos encontramos con situaciones parecidas en el Plan de once años; la reforma echeverrista; las políticas salinista y otras que siguieron. Algunos profesores que aceptan y se adhieren a las disposiciones oficiales; otros que manifiestan su disidencia y los más que dicen acatar las disposiciones, pero siguen con sus mismas prácticas. Las profesoras y profesores pueden aceptar o no las reformas oficiales, entre las maneras de oponerse están las protestas abiertas y la simulación, ésta es la peor. Actitudes muy comunes cuando se pretenden imponer políticas y metodologías de manera homogénea, masiva y unidireccional, sin considerar la diversidad de contextos y de propuestas que pueden aportar los profesionales de la docencia cotidiana.
Las acciones que hasta ahora se han visto por parte del gobierno no parecen variar significativamente de los intentos históricos, especialmente porque se habla mucho de capacitar y evaluar docentes, pero no de considerar sus proyectos, sobre todo mediante estrategias y vías alternas que no repitan los congresos y foros tradicionales que son percibidos por muchos docentes como acciones para avalar lo dispuesto oficialmente o diálogos para convencer de lo ya decidido.
Estoy convencido, que una estrategia adecuada debe empezar por reconocer y revalorar a educadoras y educadores profesionales y sus saberes docentes, estoy seguro que al ver mejor valorado su trabajo, reconocerán mejor sus necesidades de formación y de transformación de sus prácticas. Asimismo, pueden de manera individual o colectiva mediante comunidades y redes docentes, proponer y participar en sus procesos de formación. En lugar de los masivos programas en cascada que no han mostrado mayor trascendencia.
Desde luego, esta estrategia requiere de un ingrediente que si existió, se encuentra perdido y habrá de recuperar, la confianza. Confianza de la sociedad en los trabajadores y directivos del Sistema Educativo, así como entre ellos. Entre las vías para lograrlo estaría la fe mutua, pero como también escasea, sólo queda correr riesgos y atreverse a explorar nuevos rumbos y construir nuevas alternativas.

*Rector del Sistema de Universidad Virtual de la UdeG. mmoreno@redudg.udg.mx

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