Por un principio elemental de congruencia pedagógica
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
Podría afirmarse que la congruencia es uno de los valores fundamentales del desarrollo humano. La congruencia podría definirse como la fusión entre las palabras y las acciones, acercar lo más posible lo que se dice con lo que se hace; aunque se utiliza mucho más en política o en ideología a partir de exigir a los sujetos como agentes políticos que “sean congruentes en lo que hacen”, también cabe para la educación y la pedagogía.
En política se relaciona a partir de reconocer que muchos militantes de izquierda o de derecha deben ser congruentes con el ideario que marca sus acciones. Esto lo digo a partir de la muerte de un militante revolucionario que participó en la Liga 23 de septiembre conocido como El Guaymas (Álvaro Cartagena López) cuya trayectoria fue congruente de principio a fin, dicha postura contrasta con muchos personajes que se cobijaron durante la década los 80, incluso hasta los noventa en algunas organizaciones de izquierda, pero sólo para sacar provecho, basado en el oportunismo y el arribismo pudieran sacar beneficio personal. Y hoy gozan de prestigio y reconocimiento público. Tenemos entonces que contrario a la congruencia aparece el oportunismo y viene siendo cuando una persona contradice el cumplimiento de principios y de ideario en cierto sentido.
En educación, la congruencia está relacionada con confrontar, sobre todo a los sujetos docentes a que cumplan con lo que dicen, si una persona se reivindica como constructivista deberá ser congruente desde la práctica de acercarse lo más posible a dicha perspectiva psicopedagógica. De igual manera, a los que se dicen fomentar el pensamiento critico desde su práctica la congruencia les exige vivirlo de principio a fin, tanto dentro como fuera de los espacios escolares. Incluso quien se adscribe a la Pedagogía tradicional se le exige congruencia a partir de cumplir con los principios de dicho modelo.
En educación no hay modelos o perspectivas buenas o malas, sólo hay un abanico más o menos amplio de pensar la práctica desde varias posturas para poder realizarla. En educación la congruencia tiene que ver con que los sujetos docentes se acerquen a cumplir, a partir de lo que dicen con lo que hacen y lo que producen con lo que hacen. No es posible acercarse a algunas prácticas en donde el docente se dice democrático para sí, y en el aula es un tirano, en tanto fuera de ella vive de manera sumisa su relación con las autoridades con las que convive.
La congruencia tanto política como pedagógica también exige que los sujetos se mantengan bajo la misma línea de acción y en los distintos ámbitos en donde participan. En la parte sindical, ante las autoridades educativas, con los padres de familia, la sociedad y, sobre todo, con las y los escolares a su cargo. Es ahí en donde se tiene el corazón de la congruencia la cual se debe vivir y manifestar desde la práctica todos los días.
¿Quién se presume ser congruente y quién acusa a los demás de no serlo? Esa es la magia de las interacciones entre las trayectorias de las personas. El Guaymas es un ejemplo de congruencia, pero después de él ¿quién más presume de serlo?
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]