¿Por qué nos gustan los genios?

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib-Goodin*

El otro día tuve el honor de platicar con Miguel Ángel Gómez y me preguntó sobre el tema de la inteligencia. Desde luego es un tema más cercano a la psicología, pero la neurociencia ha intentado buscar respuesta.
La pregunta que planteo en mis seminarios al respecto es ¿existe?
Si bien los psicólogos la han medido y han hecho una serie de atribuciones sobre lo que se supone que las personas con una alta inteligencia tienen en común, yo me permito ponerlo en duda. Usualmente se estudian las características de aquellos que son llamados genios en gloria, es decir, aquellos que han alcanzado un gran nivel de éxito social, pero mucho de ello son percepciones sociales, por ejemplo: si puedes con las matemáticas eres un genio; si pintas algo lindo eres un genio; si resuelves problemas complejos, eres un genio…
Creo, sin embargo, que lo que lleva a las personas al éxito, son características mucho más mundanas. En primer lugar, puedo mencionar la repetición casi obsesiva de aquello en lo que son buenos. Pensemos en un bailarín, la exquisitez de sus movimientos no surge en un día ni dos. Requieren muchos años de disciplina y entusiasmo. Apliquemos lo mismo a los grandes gimnastas, beisbolistas, futbolistas, cantantes… muchos de ellos tuvieron la fortuna de comenzar muy, muy jóvenes y repitieron, y repitieron y repitieron un movimiento, una acción… lo hicieron hasta dormidos, y eso nota por la facilidad con que aparentemente realizan sus patrones artísticos o deportivos.
El siguiente factor, es que están tan enamorados de lo que hacen, que se vuelven obsesivos en esas acciones. Vincent van Gogh pintó cerca de 800 cuadros en un corto periodo de tiempo, justo antes de morir; Albert Einstein, tuvo la obsesión por entender el tiempo desde muy niño; Leonardo da Vinci, hacía toda clase de objetos desde muy niño, con los materiales más diversos, y continuó con ello el resto de su vida.
En todo ello, un aspecto importante es la curiosidad y la valentía de atreverse a ver, hacer, intentar cosas que nadie más se atreve, aún a costo de romper los cánones sociales y hasta las leyes de la física. Cuando Sergei Polunin se presenta en los teatros europeos, es obvio que brinca más alto y con más fortaleza que otros bailarines; cuando escuchamos las obras de Ludwig van Beethoven o de Bela Bartok, nos mueven más que el resto de los compositores. Se atreven a innovar, aun a costa del miedo al rechazo.
Finalmente, creo que hace falta tener confianza en el ambiente. Tal vez muchos seamos talentos en potencia, pero no nos atrevemos a levantar la mano y decir: puedo hacer esto. En parte porque vivimos una paradoja social: se admira a los que son diferentes, pero no se permite la diferencia en las escuelas. Sino se repite lo que dice el libro, entonces estás mal, y el error es algo muy penado en la sociedad.
Evolutivamente parece que estos elementos permiten a las especies una mejor adaptación para pervivir sobre la faz de la tierra. Mientras que el concepto de inteligencia es rígido, ya que quien es “inteligente” lo será siempre y quien está por “debajo de la norma” permanecerá ahí por el resto de su existencia, en el mundo real, donde lo que se requieren son respuestas ante el ambiente, tanto a nivel físico, fisiológico y conductual, lo mejor fue crear sistemas con una amplia flexibilidad, debido a que nunca se sabe a que se va a enfrentar.
En este sentido, el aprendizaje como proceso, busca maximizar la información y aplicarla en una gran variedad de entornos con el fin de brindar las mejores oportunidades a las especies, no sólo en las cuatro paredes de un salón de clase.
Desde la neurociencia, ha sido ampliamente estudiada plasticidad cerebral, que no es más que un reflejo de la plasticidad en el resto del cuerpo. El sistema linfático, circulatorio y muscular, se adaptan dependiendo de las necesidades y permiten crear nuevas conexiones cuando se ven alterados.
Si existiera la inteligencia, y partiendo de la idea de que es una característica ampliamente deseada para los hijos y los hijos de nuestros hijos, por selección natural, ya debería ser algo muy ampliamente compartido. Después de tantas y tantas generaciones, aún seguimos encontrando personajes que califican por debajo de la deficiencia, según las mediciones y, sin embargo, siguen sobre la faz de la tierra, lo cual implica que se están adaptando, y que es un rasgo dominante.
Si existiera la inteligencia, se podría modelar, y hasta el momento, no hay una sola escuela o modelo educativo, capaz de crear genios. Estos surgen del modo más bizarro y en las condiciones más extrañas.
Stephen Hawking falló en los primeros años de escuela, no se adaptó, rompió el molde… sus hijas no tienen una inteligencia como la de su padre, pero tuvieron el honor de compartir su sentido del humor y su procesamiento de información…
¿Cómo se explican que no existan más “genios” en el mundo?, ¿qué no seamos una especie ampliamente inteligente?, y no me refiero a la comparación con otras especies, me refiero entre la misma especie, ¿por qué no hay más “genios”?
Quizá lo más importante es adaptarse al ambiente y responder a él, como Charles Darwin lo explicó para el resto de las especies, al final no somos más que una especie más sobre la faz de la tierra, que ha sido capaz de adaptarse y aniquilar al resto, en eso si somos una especie dominante.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

Comentarios
  • Miguel Ángel Gómez Gudiño

    Muy interesante el artículo, me encantó y con ello sigo ampliando mi conflicto cognitivo.
    Gracias Alma

  • Alma Dzib-Goodin

    Gracias a ti por inspirar estimado Miguel Ángel.

    Tu me pusiste la mosca en la oreja:)

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