Pocos encuentros, muchas lecciones

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

“Ya los reprobará la vida”, suelen decir algunos docentes acerca de los estudiantes con los que interactúan y de los que no esperan gran cosa en su vida futura. Al escuchar ese tipo de afirmaciones, pienso que en muchos casos el panorama no es tan negro y que la vida enseñará, en cambio, lo que en los muchos grados de escuela no siempre logramos.
Recurro, como ejemplos de esas enseñanzas combinadas de la vida y la escuela, a algunos encuentros recientes. Señalo algunos encuentros con personas en la calle, algunos conocidos previamente, algunos que comencé a conocer en esos instantes:

1.Tomo un descanso en mi recorrido ciclista. Mientras como una fruta, se acerca un adulto y dos niños (más tarde me informa el adulto que ellos tienen 7 y 8 años), también en bicicletas. Sin que estemos en aula alguna, saludan respetuosamente y el adulto, abuelo de los dos niños, me ofrece otra fruta. Charlamos un rato los tres, en un encuentro que podría verse como intrascendente, pero del que más adelante menciono algunas moralejas o lecciones;
2.reanudo el recorrido y unos kilómetros más adelante me encuentro con uno de mis profesores de décadas atrás, quien camina, según me informa, hacia la Expo Guadalajara a presentar un libro en la FIL;
3.encuentro una bicicleta peculiar, con banderas de varios países y equipada para grandes recorridos. Converso con el ciclista que la lleva y me informa que va de regreso a Mexicali, en donde vive habitualmente, tras un viaje de cuatro años hasta la Patagonia. Consiguió financiamiento durante cuatro años de ahorros, pero en el camino nunca le ha faltado la solidaridad y apoyo de las personas. Afirma que, aunque puede pagar su comida y hospedaje, siempre hay gente que le ofrece ayuda;
4.tomo algunas fotografías en el parque metropolitano. Se acerca un guardabosques en una cuatrimoto. Se detiene y comienza a platicarme que tiene una cámara analógica y me cuenta acerca de su trabajo en una empresa de fotografía y algunos detalles técnicos de la fotografía impresa. Le comento de una novela, de un autor tapatío y también usuario del parque, sobre la historia de la fotografía.

¿Cuáles son las lecciones de esos encuentros que podrían parecer intrascendentes? Puntualmente, extraigo algunos aprendizajes: los nietos del adulto que me ofrece fruta participan en la plática y en un determinado momento los cuatro estamos intercambiando experiencias acerca de aventuras ciclistas y hasta recibo una fruta de parte de ellos. Esa lección de solidaridad y de intercambio es parte de una más amplia de socialización en la que participan con el abuelo en cada uno de sus recorridos.
El viajero de cuatro años aprendió una cantidad ingente de geografía y realizó el sueño de ejercitarse y viajar con un ritmo que no es el habitual en nuestras ciudades, pero también confirmó que la gente está dispuesta a ayudar a los demás, lo soliciten o no.
Mi profesor vuelve a mostrar, como lo había hecho en sus clases, su entusiasmo por los libros (es autor de cerca de treinta de ellos) y por los temas de las ciencias sociales, pero también confirma el hábito de caminar, y su hábito de ser solidario con los autores de otros libros y otros temas.
El guardabosques muestra ser una persona “bien educada” y va más allá, al conocer al menos a algunos de los usuarios del parque.
Finalmente, una lección que parecemos olvidar cuando viajamos aislados tras los cristales de los automóviles: caminar y pedalear contribuyen a socializar directamente, al permitir contactos de confianza y familiaridad en más contextos de los que sospechamos cuando vamos por las vías rápidas hacia compromisos que creemos serios.

*Profesor del departamento de Sociología del CUCSH, Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

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