Piromanía

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Para quienes formamos parte de la cultura de la escuela como educadores o educados es difícil concebir el mundo simbólico de la escuela sin los cimientos de los libros.
Los libros de texto gratuitos, pero no solo esos, forman parte del escenario en el que deviene la vida cotidiana de las aulas.
Al centro o en la periferia de la estrategia de enseñanza y del aprendizaje, pero el libro es más que masa vegetal inerte y tinta en las mochilas de los educandos o sobre los escritorios de los profesores.
Que si el libro impreso ha muerto o que si el libro digital lo ha sustituido con menos volumen de carga a los hombros de los escolares, es otro tema; pero aún en nuestros días de ensayo alfabetizador digital es inconcebible la materia o asignatura sin el componente del libro.
Por eso cuesta trabajo pensar que en algunos lugares de la unión americana y como parte de los efectos de la presión de grupos conservadores surja una ola de prohibiciones de algunos libros considerados perniciosos “Hay 155 proyectos de ley para prohibir obras que molestan a los conservadores… bibliotecarios y maestros dirigen la resistencia contra la ofensiva creciente para censurar libros” (La Jornada, 26/03/22).
Otro sector, desde el ámbito gubernamental ya sugiere la censura de fuentes y literatura rusa en el contexto de la invasión de Ucrania por los ejércitos rusos.
¿La democratización del saber, el conocimiento, el libro, es entonces solo sueño universal? ¿En épocas de crisis se convierte en una máquina de guerra?
Los autores y la escritura rusa proscritos como parte de la guerra cultural, como parte del conjunto de restricciones impuestas a los rusos desde nuestro país vecino del Norte y secundado por algunos países europeos.
Por eso cuesta trabajo comprender que en la próxima FIL de Guadalajara también estarán vetados los autores de la literatura rusa, los clásicos y los contemporáneos.
Dostoievski, Tolstoi, Chéjov, Gorki y otros representantes de la literatura rusa ausentes; por ahora proscritos del mercado que es la Feria Internacional del Libro como parte de las sanciones unipersonales que la tradición diplomática de nuestro país no ha suscrito.
Ojala que en el ámbito de la teoría pedagógica las olas de restricción no lleguen a autores fundamentales como Pavlov, Vygostski, Makarenko, Luria, Leontiev, entre otros.
Supeditar la luz del conocimiento, adorar con ceguera irracional la venda y la mordaza, la crisis de la razón por aviesos fines militares, económicos y políticos; los que gestionan el poder en el mundo, los que nada tienen excepto colonización cultural de valores y visión trunca mercantilista ánimista del libro.
Desde el incendio de la biblioteca de Alejandría, lugar de concentración del saber, las distintas civilizaciones humanas fluctúan en sus esfuerzos de supervivencia, entre la construcción lenta de conocimiento y los afanes destructivos del saber de los pueblos ajenos; una especie de tanatología cultural que muchas de las veces progresa bajo la espada o la pólvora de los hacedores de la guerra.
El libro, portavoz de la cultura y el conocimiento, la esquizofrenia de la ignorancia y el miedo paranoico a las sombras de la caverna.
Los cristianos intolerantes en la Alejandría de Hipatia, de la larga noche medieval en Europa.
La China en involución durante el dominio de Gengis Khan.
Los musulmanes intolerantes en la Alejandría bajo su yugo o el Bizancio de la Santa Sofía.
Los intolerantes en la Alemania nazi que hicieron pira de los libros amenazantes, la otra trinchera, los reales miedos al desarrollo cultural del falso enemigo judío.
El hecho real de la llegada del partido nazi que encendió con fuego lento el nacionalismo alemán y produjo ceguera colectiva a las masas de jóvenes, el tema literario que describe la novela “La ladrona de libros” de Markus Susak y el extraordinario poder de las palabras, arrojar libros, hacer pira de ellos, el placer de la ignorancia común, las cenizas del absurdo que vuelan con el suave viento de una noche vergonzosa.
El advenimiento de la costosa experiencia de la Segunda Guerra Mundial atizado con el combustible del odio.
El libro y el conocimiento como expresión de poder, la lucha de contrarios entre fuertes y débiles, la pesadilla ahistórica de un sueño y los afanes imperialistas que respiran en el suicidio.
Los monjes de la abadía que describe Umberto Eco en su novela En nombre de la Rosa, los matices obscuros y fríos, la soledad del aislamiento humano; la biblioteca y los libros prohibidos, el segundo libro de la Poética de Aristóteles para los lectores en griego, la biblioteca incendiada, la lucha de las ideas, la visión aristotélica versus la visión galileana.
El personaje de Guy Montag, bombero de la unidad de la quema de libros que describe Ray Bradbury en su novela Fahrenheit 451:

“Es un hermoso trabajo. El lunes quemar a Millay, el miércoles a Whitman, el viernes a Faulkner; quemarlos hasta convertirlos en cenizas, luego quemar las cenizas. Ese es nuestro lema oficial… Quemamos libros de Dante y Swift y Marco Aurelio… tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar, para que una mujer se deje quemar viva. Tiene que haber algo. Uno no muere por nada”.

Las múltiples crisis de los libros y las bibliotecas, el vaciamiento kafkiano de las inteligencias y la amenaza real de que el lector ha muerto.
Formar lectores, valores y virtudes, a paso lento.
Con la propuesta de valores y virtudes en un pequeño conjunto de escuelas secundarias, en una muestra apenas de algunas comunidades de aprendizaje en formación, en marzo se trabaja la virtud de la sabiduría, una de las virtudes aristotélicas denominada sophia, que luce en los periódicos murales después de pequeñas investigaciones documentales.
Las escuelas y los libros, el libro y los educadores, los libros y los futuros lectores, la osadía de la innovación.
La sabiduría como camino, como horizonte humano amenazado.
Cenizas, fuego, humanos lectores y libros, la PIROMANIA y las manos juntas en pie de resistencia contra las cíclicas ignorancias.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

Comentarios
  • Griselda Gómez de la Torre

    “(…) Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur antes de la guerra, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo. (Para) tener contento a un esclavo – escribió Bailey más adelante- es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental y, siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón. Esta es la razón por la que los esclavistas deben controlar lo que oyen, ven y piensan los esclavos. Esta es la razón por la que la lectura y el pensamiento crítico son peligrosos, ciertamente subversivos, en una sociedad injusta” Carl Sagan.
    Agradezco como cada semana la donación de palabra y de vida a través de sus artículos Dr. Rubén Zataráin Mendoza, que representan una provocación al sentipensar al respecto de cada tema que Usted expone.
    Su artículo evoca emociones, sensaciones que representan la experiencia y el encuentro con la lectura al abrir un libro. Recupero la aventura por la búsqueda del referente bibliográfico y el logro por encontrarlo, o simplemente el dejarnos sorprender por aquellos libros que se no se esperan y aparecen a nuestro paso. El encuentro a través de las manos, el sentido del tacto, el olfato con olor a libro, y la emoción para provocar la comunicación con el autor. La palabra escrita que se vive en acercamiento. La emoción aumenta al abrirlo por primera vez, encontrar las palabras del prólogo escrito por alguien quien da su opinión al respecto y del cual prefiero saltar, me reservo el prólogo para reescribirlo con la propia significación, ese espacio de libertad para convertirnos en interlocutores y encuentro con el autor.
    Tocar cada página como un vuelo de mariposas, encontrarse con la palabra escrita y dejar fluir el mundo interior que se inserta con la visión del autor, encuentro con uno mismo a través del autor, y descubrir la parte que uno mismo da al sentido de lo escrito.
    Comunicación que permea y se deja habitar, profundidad de la esencia de la otredad a través de su mensaje para convertirse en comunión en un NosOtros.
    La palabra que fluye, que se nace desde lo íntimo, no por algo Borges citó que encontrarse en una biblioteca es algo parecido al paraíso.
    Por tanto Dr. Rubén, su artículo es un llamado urgente a defender el derecho de la lectura en libertad de autores, defender el derecho a la pregunta: “Si el saber no es un derecho, seguro será un izquierdo” (S. Rodríguez).
    Me sumo y alzo la voz en defensa de la libertad de expresión y del libro como derecho a pensar y repensarse, significar y resignificarse a través del enriquecimiento y encuentro con miradas otras que nos permiten volar a través del libro a lugares, épocas, realidades, subjetividades distantes de nuestros mundos y de los cuales regresamos enriquecidos por su lectura.
    “Dejadnos solos, sin libros, y al punto estaremos perdidos y llenos de turbación.
    No sabremos a qué considerarnos unidos, a qué adherirnos, qué amar o qué odiar, qué es digno de respeto y qué merece nuestro desprecio. Hasta los propios semejantes nos resultarían insufribles”. Fiódor Dostoievski

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