Perversiones del aprendizaje

 In Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

Era 1996 cuando surgió el Informe Delors; estábamos a un lustro de terminar una década, un siglo y un milenio; estaba próximo el año 2000 (que por convención se determinó que allí iniciaba una nueva era para la humanidad occidental). Los mitos del fin del mundo habían quedado en el pasado y el planeta se preparaba para iniciar la gran revolución de la tecnología y lo que la digitalización iba a provocar en el planeta.
Quienes habíamos vivido en el siglo XX sabíamos, porque así coincidían los expertos futurólogos, que el mundo sería más acelerado y diferente. Los cambios fueron lentos las dos primeras décadas, pero a partir de la pandemia (2020), se aceleraron como nunca, casi igual o más que cuando se inventó la rueda, el telégrafo, el teléfono, el ferrocarril y el automóvil, entre tantas cosas.
El internet acaparó los temas de la comunicación y con éste las redes sociales. Hoy en día es inconcebible el mundo y las prácticas de la comunicación sin estas redes; muy pocos fueron aquellos que imaginaron lo que hoy provoca este efecto con la población, lo mismo en niños, niñas, adolescentes y hasta adultos.
Este fenómeno mundial ha transformado los comportamientos y las maneras de cómo nos relacionamos entre los humanos. Las redes sociales han democratizado todo; no importa la raza, el origen sociocultural, el estrato económico o el tipo de creencias que cada persona profesa; basta tener acceso a un medio tecnológico (celular, tablet, computadora) y una red de internet para entrar en un mundo de virtualidad increíble. Esta realidad se vino a acrecentar con las denominadas inteligencias artificiales y, gracias a ello, hoy en día no sabemos dónde termina la realidad y dónde inicia la ficción.
Los optimistas pensaban que el siglo XXI sería una época transformadora cuyas interacciones habrían de mejorar las relaciones humanas y con ello tener una mejor sociedad, pero no ha sido así, ya que los efectos educativos a través de las instituciones fueron rebasados por la mercantilización de la vida misma:

Los centros escolares puede que ofrezcan el entorno más apropiado para que los individuos aprendan y se ejerciten en materia de uso responsable de la tecnología (por ej., cuestiones relativas al acceso a datos, protección de la privacidad, detección de fraudes, plagios, derechos de propiedad intelectual y anonimato) y con respecto a cómo convertirse en buenos ciudadanos digitales (Leis, 2010).

La regulación de los contenidos ha sido insuficiente, ya que ni la familia, ni las escuelas, ni la sociedad han logrado formar sujetos críticos y con capacidad de decisión; en cambio, han generado grandes consumidores y productores de contenidos que abusan de la frivolidad, cuya base significativa peca de falsedad y, sin embargo, trascienden los límites de la inteligencia y el consumo desmedido de tiempo muerto.
Los contenidos no son verificados y hacen que los aprendizajes que se generan de ello entren en un proceso de perversión, ya que, las más de las veces, quienes los generan no siempre son los expertos y conocedores de los temas (salvo algunas páginas, blogs y plataformas que no se caracterizan por tener los miles o millones de likes que provocan algunos comentarios o mensajes de personajes conocidos del deporte, el cine, la música y la moda, entre otros).
Por tanto, ¿qué tanto hemos avanzado de acuerdo con las recomendaciones que señalaban Delors y equipo con estos temas? ¿Acaso quedó corto su informe y lo que hoy vivimos es más parecido a una película de ficción donde los valores y entendimiento de la realidad no tienen ni pies ni cabeza gracias al manejo acrítico de las nuevas tecnologías, las redes sociales y las relaciones entre humanos?
Lo cierto es que estas nuevas generaciones no conciben su mundo sin un aparato en mano y el abanico de redes sociales que les permita interactuar con sus semejantes más allá de lo físico y eso es de lamentar, para lo cual, (por desgracia), la escuela y los maestros tienen la batalla perdida y no sabemos cómo o en qué terminará o evolucionará la historia en unos años, pero, por lo visto, no son buenas noticias para el tema de los aprendizajes de las personas con escolarización o sin ella.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

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