Pero…
Jorge Valencia*
Conjunción adversativa preferida de quienes gustan de justificar sus falencias, “pero” encaja como el nexo ideal entre lo que se desmiente y lo que no se alcanza a sustentar. “Perdimos pero jugamos bien”. “Me atropellaron pero estoy descansando”. Ambos ejemplos demuestran un fracaso minimizado: “me golpeó pero le quedaron los puños lastimados”.
Los “pero” dan la sensación de indiscutibilidad ante la proposición antecedente y una salida alterna –la que le sucede– que disminuye la contundencia de la primera: “soy muy malo, pero qué tal Bin Laden…”
La sentencia posterior al “pero” goza de un estropicio intrínseco, un premio eufemístico de consolación.
Los mexicanos somos maestros en el arte de su empleo. Lo utilizamos indiscriminadamente frente al jefe, el papá o el que detenta una posición de primacía jerárquica: “choqué el coche, pero las llantas están muy lisas”, “llegúe tarde, pero todos en la oficina llegaron después”. Es una forma de asumir la inferioridad, aceptar la culpa y redireccionarla a otro, a una abstracción o sólo al destino.
El ”pero” simboliza la rebeldía en contra de poderoso. Su ejercicio verbal es una forma de contrarrestar la autoridad que, de facto, queda inalterable. Por tratarse de una invención cultural, el lenguaje tiene la potestad para distorsionar la realidad. “Una mentira dicha mil veces se convierte en verdad”, dice el refrán popular. Su criterio es la creencia. Su fuerza es mental. El “pero” acepta y refuta. “Sí pero no”, significa que se parte de un hecho aceptado que luego se niega, retuerce o encubre. “Esto es azul pero es rojo”, deja de ser azul, siéndolo, para convertirse en rojo, que no deja de ser azul pero que ya no lo es.
Sólo el lenguaje lo permite. Y el lenguaje, como expresión de nuestra inteligencia, recrea la interpretación que hacemos de la realidad. Nietzsche lo dijo en 1886: “no hay hechos, sólo interpretaciones”.
Aunque casi todos los idiomas la utilizan, en español la conjunción “pero” permite la confrontación y encuentra una bifurcación para emprender otro sendero semántico.
Entre nosotros se trata de una licencia racional. Las campañas presidenciales están prohibidas ‘pero’ ya iniciaron las “pre-campañas”. Aún no son “campañas” constituidas aunque todos sabemos que, en realidad, lo son. El “chamaqueo” político revela nuestra idiosincrasia. Demuestra que en nuestro laberinto cultural (Paz dixit) siempre hay una posibilidad de no ceñirnos a las normas. El verdadero mexicano nunca pierde “y cuando pierde, arrebata”.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]