Paternidades

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Son dos festejos acumulados del día del padre en condiciones de emergencia sanitaria por el Covid 19.
Dentro del sincretismo cultural nuestro y en el marco de la agenda de celebraciones, honramos la figura paterna de forma diversa.
La celebramos y también por los ausentes nostalgiamos y hacemos correr el pensamiento por el dolor y la añoranza.
El placer de la paternidad irresponsable. La música, la comida y los pasteles, los papás imaginarios.
El rigor de la paternidad responsable, la corresponsabilidad en la educación y asistencia nutricia de los hijos, los papás reales.
En esta coyuntura hay quienes han visto partir a sus padres y han tenido que ajustarse a su orfandad de manera rápida. Hay padres que también han visto partir sus hijos y han aprendido a improvisar las dolorosas despedidas. Refieren los tanatólogos que del dolor que provocan las pérdidas, ninguno se compara a la pérdida de un hijo o una hija.
El dolor personal, familiar y colectivo que nos hermana en la atmósfera gris de la pandemia.
El dolor de las pérdidas marca en hierro caliente nuestras biografías emocionales de maneras tantas veces ignoradas.
De manera recurrente y simbólica regresamos al pasado en fechas icónicas como el día del Padre, que mucho tienen de estridencia comercial, pero poseen también mucho de significado, por el fuerte bastón psicológico que representa el padre.
El padre, la autoridad representada, la norma y la disciplina, las coordenadas de amor como en laberinto, hechas apenas voz audible, hechas apenas en mapas de pistas incomprensibles.
El premio y el castigo, la violencia inconsciente y reproductiva, la obediencia condicionada y la mano que sostiene, direcciona y enseña, las actitudes de indiferencia, la explotación de la infancia.
Las paternidades en nuestra especie.
El Covid 19 y sus consecuencias, el invisible maestro de las fragilidades múltiples de la vida humana, la humildad de los afanes y la valoración de las ausencias.
La condición de aislamiento social que nos ha cambiado la manera relacional dentro del hogar, la reestructuración, la emergencia económica y laboral que golpea y condiciona salud de las paternidades.
Las formas como se hace el oficio de padre han cambiado, se han diversificado, se han improvisado; han mutado a tiempos presenciales antes imposibles, a ejemplos y contraejemplos.
En casa hay mucho amor no dicho, no expresado por razones de género, por razones de deformación cultural y mal entendida educación de la masculinidad.
Los valores que entrañan insensibilidad se refuerzan de manera interna en cada proyecto familiar, se refuerzan en la calle a través de la interacción y el juego, se refuerzan en la escuela a través de la segmentación de actividades propias para los niños, propias para las niñas.
Festejar en nuestra cultura es una manera de amortizar el costo material y emocional de la problemática de salud, es una manera de espantar los fantasmas de los problemas reales aunque sea unas pocas horas.
Una celebración que nace en las escuelas aproximadamente en 1950 y que luego se adopta socialmente. La escuela laica que también enseña a honrar al padre.
El festejo del día del padre, aunque hay padres de excelencia que jamás festejaron ninguno.
En general hay mucha educación socioemocional que hacer a nivel de padres, hay mucha formación valoral por reforzar.
Tal vez si tuviéramos mejores perfiles formativos y promedios de escolaridad mayores en los hombres en edad reproductiva tendríamos mejor sociedad, convivencia humana y tejido social más saludable.
Por lo pronto, en muchas biografías se dirime el pronóstico de calidad de vida y de calidad de persona por la calidad de padres con las que se ha contado.
La calidad de hombres y calidad de mujeres con los que cuenta el activo de nuestra patria depende en mucho del pilar que constituye el padre y su compromiso de amor.
El padre de Mozart músico profesional, su primer maestro de música y piano, su primer preceptor de disciplina y concentración, la belleza, la culpa y la muerte en “el Canto de las sirenas”, la última carta del genio a su amado padre.
Heinrich Marx abogado, hombre de la Ilustración, de pensamiento liberal clásico, de ideas no religiosas, afirmaba que la iglesia católica y la nobleza feudal se desplomarian ante la irresistible marcha de la razón. Padre del pensador social del milenio Karl Marx. Su primera veta de educación como luterano liberal quien decidió que el pequeño Karl fuera educado en casa hasta los doce años. El padre de Marx que en la juventud de éste no aprobó su propensión al consumo de cerveza. Karl Marx, quien a pesar de las diferencias mantuvo un fuerte afecto con su padre. Al respecto su hija Eleanor escribiría: “Nunca se cansaba de hablar de él y siempre llevaba una vieja fotografía de daguerrotipo de él”.
La mano educadora y las primeras letras, la presencia de libros en el seno paterno de una sociedad agrícola semifeudal. Nikolailevich Ulianov padre de Lenin. Liberal, partidario de las reformas del zar Alejandro II, llegó a Inspector escolar de la provincia, cargo relativamente alto en el escalafón de la burocracia imperial.
El abuelo de José Saramago, que sin escolaridad, para el fue el más sabio por enseñarle a contemplar las estrellas y a extender la mirada sobre el universo; su padre José de Sousa, campesino sin tierras y de escasos recursos económicos, las manos rudas y educadoras de un padre como primer escuela, la pobreza como formadora de cualidades y virtudes.
La mano del padre de Paulo Freire que está hecha para acariciarlo, para enseñarle habilidades y no para castigarlo.
Hermann Eisntein formador de virtudes como la generosidad y la amabilidad; sobre el niño Albert Einstein la impronta también de su tío Jakob que a través de la paciencia y personalidad metódica influyó intelectualmente en aquel niño aislado y retraído.
Los golpes como recurso formativo en algunas personas. Mao Yichang, padre de Mao Tse Tung, un campesino anteriormente empobrecido que se había convertido en uno de los agricultores más ricos de Shaoshan pero tan duro y severo que golpeaba a sus cuatro hijos.
Marcelino Juárez y la orfandad prematura de nuestro benemérito de las Américas de raza y lengua zapoteca. El tío Bernardino Juárez su primer preceptor del idioma castellano, su férreo instinto para buscar ilustración a través de la escuela.
La escuela pública de espíritu juarista que hemos olvidado, los polvos de la escuela neoliberal que no se han disipado.
Paternidades de corresponsabilidad inexistente, aunque se cubran de cosmético de clase media difusa o de intencionalidad de la Nueva Escuela Mexicana y de autoridad local de app Recrea.
Paternidades de celebración de un día, paternidades que cultivan y trascienden una fecha y un calendario; paternidades que superan una circunstancia adversa. Paternidades diversas y emergentes.
Ser padre no es una canción valentona que desaparece con el último mariachi.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

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