Para unos es sufrimiento, para otros es puro gusto

 en Luis Rodolfo Morán

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Admiro a esas personas que son capaces de realizar tareas que a mí me parecen dificilísimas, ilógicas o aburridísimas. Que hacen proezas con matemáticas, o con tenacidad, o con materiales artísticos, o con sus cuerpos y voces. Y admiro a las que disfrutan sus trabajos, aunque yo no les envidie el realizarlos.
Hay gente que sufre enormidades porque debe hacer determinadas actividades para mantener su casa limpia, avanzar en su trabajo, completar la tarea de la escuela. Sufre porque hay que seguir reglas o sufre porque no le han dado instrucciones suficientes. Mientras tanto, hay gente capaz de disfrutar el hacer las cosas según una secuencia que otros establecen para ella, y otros que gozan de la libertad de que no les digan cómo hacer las cosas y simplemente les den oportunidades de producir, escribir, discutir, aprender. He tenido el gusto de conocer a gente que es feliz de que las actividades estén tan organizadas que sólo tienen que seguir las instrucciones y llegar a la meta. Y he conocido a gente a la que no le gusta que le estén diciendo en qué orden deben realizarse las acciones o procesos y que prefieren descubrir la mejor secuencia para llegar al producto final.
En la escuela nos encontramos con estudiantes y con docentes que se ubican en distintos puntos de ese espectro: entre lo fijo y riguroso y lo libre e inventivo. Dependiendo de nuestras propias inclinaciones desesperaremos o gozaremos al toparnos con ellos en algún curso o discusión colegiada. Habrá quien se empeñe en que las cosas se hacen de determinada manera y no de otra. Y habrá quien rompa todas las reglas y convenciones para tener el gusto de saber cómo funcionan los acuerdos sociales y cómo se pone la gente cuando se les infracciona.
Y para algunos será un sufrimiento ver cómo los otros gozan o sufren, mientras que para otros el contemplar el proceso será un pasaje gustoso al ver cómo la gente aprende a pesar de que le cuesta trabajo o gracias a que le genera placer. Quizá el secreto para promover los aprendizajes ajenos es estar atento a qué es lo que atrae a cada persona y cómo eso lo motiva o lo desalienta para seguir en el proceso. Hay quienes deciden que, dado que es poco lo que aprenden en cada sesión, en comparación con las primeras sesiones de un curso en las que todo era novedad, deciden dejar de asisitir, mientras que otros deciden añadirle nuevos elementos que se añadan a los ya conocidos.
Algunos llaman a esto estilos de aprendizaje, otros lo asocian con los estilos de enseñanza. Habría que ver de qué modo podemos estimular que los cursos sean gratificantes para quienes los imparten y que sean oportunidades de aprendizaje para quienes los usan como base para aprender. Definitivamente hay quienes gozarán con determinados cursos que para otros serán fuente de frustración o sufrimiento. Puedo imaginarme en un curso de música o de algún idioma que no entiendo: para muchos será una oportunidad de leer el pentagrama y de cantar o de pronunciar palabras y armar frases. Para mí sería una oportunidad de sentirme impotente por ser incapaz de leer siquiera las claves musicales o por no poder leer las grafías o pronunciar los sonidos de ese idioma desconocido. Pero para otros, esas situaciones representan retos que, al superarlos, se convierten en puro placer cognitivo, auditivo y hasta motriz.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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