Para todas las niñas y los niños en su día
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
Este 30 de abril es un día especial, ya que es el día que sirve para conmemorar a las niñas y los niños de México. En las escuelas hay fiesta en su honor, se come, se bebe agua fresca de frutas de la estación y se vive un festival que organizan las maestras y maestros, organizan dicho festival para la población infantil a su cargo.
La niñez es la etapa inicial de la vida, puede abarcar desde el nacimiento hasta la llegada de la adolescencia en la fase puberal, más o menos a los 12 o 13 años, no tengo el dato de cuantos millones de mexicanas y mexicanos forman parte de este grupo de edad o grupo etario. Pero lo que sí, es que es la etapa fundamental para el desarrollo humano, el psiconalisista Santiago Ramírez decía que: “infancia es destino”.
En los últimos años el debate y los acuerdos internacionales han estado sesgados a reconocer a las niñas y los niños como sujetos de derechos, la ONU a través de la UNESCO reconoce los derechos universales de niñas y niños.
En nuestro país, se reconoce por especialistas (sociólogos, antropólogos, psicólogos, pedagogos) lo que le llaman infancias en riesgo o los riesgos de la infancia. Son riesgos atribuidos a factores contextuales, personales o institucionales, que ponen en peligro el desarrollo saludable y favorable de miles de niñas y niños. Aquí tenemos un universo de infinidad de circunstancias, como el hecho de niñas y niños, cuyos padres están privados de la libertad, adultos padres o tutores de niñas y niños que forman parte de los grupos y las redes del crimen organizado, o madres con enfermedades degenerativas o en fase terminal, la separación de padres o el desquebrajamiento de las familias, niñas y niños que han sido abusados corporal o sexualmente por algún familiar al interior de su propia casa, niñas y niños que son obligados a trabajar por sus propios padres en esto que se le llama explotación infantil y un larguísimo etcétera.
La infancia integra a los sujetos de la población en construcción o en desarrollo, niñas y niños viven por ley y por costumbre, bajo el cobijo o el tutelaje de sus padres, esto obliga a los propios adultos a tener cuidados básicos para sus hijas e hijos y mantener esquemas preventivos para el manejo de riesgos, pero no siempre es así, la casa, la calle y la escuela son espacios que se tornan en contextos riesgosos que ponen potencialmente en peligro a niñas y niños.
Por otro lado, tenemos que los derechos infantiles a jugar, al alimento, al cobijo, al amor, a la seguridad, a la educación y demás, de igual manera no siempre se cumplen alegando que no tenemos recursos para gastar en todo ello. El problema en el fondo no es un asunto material sino cultural, ¿qué representa la infancia para todos nosotros y qué compromisos concretos estamos dispuestos a cumplir, ineludiblemente pensando en las y los más pequeños?
De las cosas que están pasando en este momento, a partir de la coyuntura político–electoral, son las promesas desmedidas de las y los políticos, promesas que no siempre es posible cundir.
Para los niñas y para los niños de nuestro entorno, el compromiso es que sigan construyendo su propia felicidad, no como una meta, sino como una forma de vida, que el acto de jugar y de estar al lado de sus padres se viva intensamente como una especie de blindaje para garantizar su desarrollo integral.
El mejor regalo en este día, para niñas y niños, es desmantelar los abusos adulto-céntricos y darle poder a la infancia, escuchar sus voces sus propuestas y construir un mundo que los incluya y los visibilice y le dé sentido a las formas de vida que provengan de la mente y la imaginación infantil.
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]