Pagar renta, invirtiendo en educación
Marco Antonio González Villa*
En la comparecencia de Aurelio Nuño con los senadores se le cuestionó sobre el costo y monto a pagar por la renta de un edificio de lujo al que se piensan trasladar diferentes oficinas de la SEP. La cantidad a pagar parece, de inicio, un gasto innecesario, ya que por los 5 años que se tienen contemplados ocupar el lugar, por lo menos, se pagará un total de 2 mil cuarenta millones de pesos, lo que seguramente hará muy felices a los dueños del inmueble.
Las razones de seguridad que se exponen, así como el supuesto ahorro que se va a generar resultan cuestionables cuando pensamos la acción desde la óptica de la filosofía popular: la renta no es una buena inversión.
En los censos realizados para identificar el número de planteles afectados se obtuvo que 12,931 es el número de las escuelas con algún nivel de afectación, de las cuales 577 requieren reconstrucción total. La gran mayoría de las escuelas requieren arreglos menores, por lo que la inversión para su reparación no implicará gastos mayores.
Es imposible, por tanto, no pensar entonces en el costo-beneficio de la renta del edificio, principalmente porque se piensa igualmente de manera inmediata en los usos que se pueden dar a ese dinero, considerando que, a fin de cuentas, las funciones a realizar en dichas oficinas responden estrictamente a la parte burocrática de la educación, de la cual muchos niños, sobre todo del sur del país precisamente, jamás ven un beneficio o un documento que avale sus estudios. Es también inevitable pensar en la infraestructura física con la que contaban muchas de las escuelas del estado de Oaxaca y escuchar a un Nuño que está preocupado por el riesgo que pueden tener los trabajadores de la SEP, por lo que invertir en su seguridad es necesario. Deducimos entonces que la reconstrucción de cada escuela implicará crear aulas totalmente seguras y lujosas, porque los niños, al menos en los discursos oficiales, son lo más importante. También podríamos pensar que se pueden rentar diferentes espacios para que los niños dispongan nuevamente de un espacio para formarse y prepararse académicamente.
Todo al final termina en el mismo punto: hablar de educación en el país es hablar de muchas cosas, pero pocas en alusión a la dinámica de un salón de clases o a la vida de los alumnos. Hay maestros en el sur que enseñan a cielo abierto, sin requerir de mucha inversión, ya que entienden que educar es una práctica y no precisa necesariamente de un lugar. Pero bueno, evidentemente Nuño nunca impartió en escuelas de esa región, se formó en escuelas con acabados de lujo. Ahora todo es claro ¿no?
*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx
A Aurelio FIFI Ñuño el centro de la ciudad y edificio de sep le quedan lejísisísimo de su casita y más lejos de su nivel cultural y de su ignorancia histórica. Quien sino él dejaría en manos de la OCDE la política pública de la SEP??