¡Nobel a Bob Dylan!
Jorge Valencia*
Yes, how many times must a man look up
Before he can really see the sky?
Dylan
Que una institución tan prestigiada como la Academia Sueca conceda a un cantante de folk el premio Nobel de literatura, regresa la esperanza al género humano y la credibilidad acerca de la concesión de este tipo de premios.
El mensaje que se difunde es la certeza de que el lenguaje puede engendrar pájaros. Que las palabras “libertad”, “amor”, “paz”, si se repiten mil veces se convierten en flores, árboles, selvas. Y que por sí solas pueden darle sentido a una especie que casi siempre destaca más por su poder de generar muerte, destrucción, desolación.
Dylan demuestra que una canción no es solamente un conjunto de sonidos colocados al azar. Y que su destino no es el enriquecimiento de la industria sino el corazón de alguien dispuesto al otro lado de la cabina, de la frontera, incluso del idioma. Las palabras bordan significados más poderosos y asombrosos cuando se engarzan en torno de una melodía. Eso es la poesía.
El Nobel de Dylan es un reconocimiento a los poetas contemporáneos que han encontrado en la articulación de unos versos entrelazados a la estridencia de una guitarra eléctrica, una batería y un bajo, un motivo valedero para reconciliar la existencia, le época, la preferencia de una identidad. La de ellos mismos y la de quien esucha, recuerda, canta.
Ese judío de clase media representa a todos aquellos a quienes no les basta la corbata ni el empleo para intuir que la vida está más allá de un salario, una casa con perro y una familia educada.
Nos recuerda que la literatura es un arte fonética cuyo sentido de percepción es el oído aunque a veces se escriba (apenas hace unos miles de años se inventó la escritura). Que la poesía también puede habitar en las canciones –se esperaría que así fuera siempre– y que el origen de esta disciplina estética es la palabra hablada. Los trovadores de la Edad Media son un buen ejemplo.
Gabriel García Márquez confesó a Rubén Blades que le hubiera encantado escribir “Pedro Navaja”. Alguien con tal reconocimiento literario (otro Nobel) sabía que el mensaje estético de un texto literario sólo tiene sentido cuando aterriza en un alma. Y ese aterrizaje es menos intrusivo si se inocula bajo el sonsonete de un ritmo bien definido. La literatura es música y la poesía, su obra cumbre. Su intención es el rezo colectivo, el canto frente al fuego de la caverna. Antonio Machado lo dijo así: “Hasta que el pueblo las canta,/las coplas, coplas no son…”
La literatura sólo puede justificarse cuando la obra creada cambia la vida de una persona, de dos, de todas. En el inconsciente colectivo, El Quijote adquirió una existencia propia, más allá de Cervantes. Como pasa con Frankenstein, Dr, Jekyll, Romeo y Julieta, la familia Buendía, Pedro Páramo… Por primera vez, la Academia Sueca reconoce la obra de un poeta que a través de la canción ha hecho rezar a todos, empezando por los angloparlantes y los habitantes de los siglos XX y XXI. En la aliteración y metáfora de los versos “Knock, knock, knockin’ on heaven’s door”, Dylan demuestra que no es cualquiera. Y que la poesía no es un invento de la imprenta, de los lentes ni las cataratas en los ojos.
Sólo puede indignarle la obtención de ese premio a los mismos que criticaron a Faulkner porque rompió las leyes de la tradición narrativa, a García Lorca por retomar el “cante jondo”; a los mismos que condenaron a muerte a Salman Rushdie; los que sólo ven gordas en Botero o creen que pueden pintar igual que Picasso…
Si los premios se obtuvieran por mayoría de votos, el Atlas ya habría ganado la liga.
*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx
Pobre atlas tan lejos de ser campeón y tan cerca del buen fútbol
Totalmente de acuerdo Jorge, la literatura no solo esta en libros Saludos.
De acuerdo, la verdadera literatura es la que te arranca un profundo suspiro y te enaltece el corazón