No todos los niños son iguales

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

Cuando le pido a las personas adultas o niños que dibujen o describan a un niño, todos dibujan lo mismo. Un cuerpo humano pequeño, con más o menos detalles, algunos, por ejemplo, agregan una sonrisa, otros un juguete y otros unos ojos expresivos. Partimos de la idea que todos los niños son iguales, pero con un poco de aumento en la lupa con la que los miramos, podemos reconocer diferencias que marcan el rumbo de sus vidas y de sus sueños.
Esto viene a mi mente en estos días cuando se habla de la separación de las familias en los Estados Unidos. Distintos oficiales de migración, han dicho fuerte y claro, que muchos niños llegan solos a este territorio. No tienen padres en quien apoyarse, cruzan solos miles de kilómetros, en medio de la violencia que azota a México y a sus países, y buscan adentrarse en un territorio que los rechaza, sin importar su historia de vida o sus sueños, se les rechaza por ser ilegales.
¿Qué puede pasar por la cabeza de un niño que se atreve a dejar su hogar?, no estamos hablando de niños que hacen un berrinche y salen solos de casa sabiendo que eso hará enojar a sus padres, ¡no!, estamos hablando de niños capaces de planear un viaje peligroso, al cual sólo traen su valor y el miedo de seguir donde están.
Los medios reportan que los centros donde se les concentra como a criminales, no son cárceles, no cuentan con medidas de protección, así que cuando ingresan algunos de estos chicos simplemente escapan y se internan de manera ilegal a un territorio hostil, no por su edad, sino por el color de su piel y su etiqueta de inmigrante.
Muy lejos está esa imagen de la que nos pinta la UNICEF y otros organismos, que protegen los derechos de los niños. Sus derechos son claros, tienen derecho a la educación, al juego, a una vida plena, a vivir en paz, sin la zozobra de que va a pasar mañana y, sin embargo, hay niños allá afuera que viven luchando por un trozo de pan, a veces protegiendo a sus hermanos más pequeños, aún sabiendo que esa no es vida, sin saber que son ajenos a los derechos que les protegen.
Por otro lado, hay niños que se les señala por tener alguna diferencia en el desarrollo. Entre más marcada a nivel físico sea dicha divergencia, más se les va a señalar y van a sufrir por una incompatibilidad de la cual no tienen culpa. Niños (por ejemplo) con Síndrome de Down o parálisis cerebral, tendrán una vida más dura al momento de salir al mundo, como si el resto del mundo fuera todo igual y la diversidad fuera mala.
Se señala también a los niños con familias atípicas, si tienen dos mamás o dos papás; se señala a los niños de madres o padres solteros, se señala al hijo único y al que tiene muchos hermanos; se señala al hijo de político y al hijo de un padre con una condición humilde. Se señala a quien tiene un color más claro o más oscuro en la piel; se señala al indígena y al extranjero; lo mismo al que es alto, que al que no tiene la estatura promedio.
Hay niños que tienen ojos que ven más allá del horizonte y otros que no pueden ver más allá de su nariz; hay quienes escuchan demasiado y otros que no pueden escuchar, pero saben hablar con sus manos.
Hay niños que bailan desde pequeños y encantan a todos; hay quienes cantan fuerte y tocan el corazón de un público al que simplemente cautivan; hay niños que juegan a la pelota y otros que gritan y ríen sin razón alguna. Hay niños que lloran y que no conocen la felicidad, o el olor a un juguete nuevo; hay quienes no conocen la comida rápida y quienes no tienen un techo para pasar la noche.
Hay niños que van a la escuela con gusto, mientras que otros, simplemente odian el olor al salón, a sus compañeros o al maestro, pues no representan un reto creativo. Hay niños que son hábiles para las matemáticas y otros que engrandecen el uso de la palabra, o que encuentran gozo en la historia, mientras que otros saben de dinosaurios y plantas, como un adulto puede saber de cosas vanas.
Hay niños y hay niñas, pero a veces, también hay niños en cuerpos de niñas y niñas en cuerpos de niños, a quienes a veces se les respeta, mientras que, para otros, la vida es un campo de batalla sólo por ser diferente, porque nacieron en el cuerpo equivocado.
Hay tantos niños como cerebros, y cada uno diferente, cada uno único e irrepetible, con 99,9 % de genes no solo idénticos al resto de los humanos, sino de otras especies. Hay niños con mutaciones y otros con la dicha que parecer iguales al grupo que pertenecen. Hay niños que sonríen a la vida y otros que lloran por el dolor de no ser aceptados.
¿Quién quiere ser igual al resto?, ese 1% de diferencia en el código genético nos permite gritar a los cuatro vientos que no soy igual y, sin embargo, insisten en ponerme en la misma fila, en el mismo salón, en el mismo grupo, en la misma especie, cuando que algunos niños son libres y sin derechos, sólo porque no les observamos con suficiente cuidado, y ¿quién sabe?, quizá un día, uno de esos niños encuentre la cura del cáncer o resuelva un problema económico, porque si fuera igual al resto, simplemente lloraría por la suerte que le ha tocado.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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