No hagan olas con sus ideas

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

En distintos diálogos recientes con colegas he encontrado una queja reiterada: su institución ya no les resulta tan estimulante para trabajar como en otros tiempos, principalmente porque no encuentran eco a sus propuestas. En algunos casos, la queja la han expresado como parte de una tertulia entre varios otros académicos. En uno de ellos me sorprendió que un colega, que pasaba en bicicleta cerca de la escuela de mi hijo a la hora de la salida, se acercó a mí para comentarme únicamente esa queja. Ante mi pregunta de cómo estaría para él este semestre que inicia, respondió: “la verdad es que nada podemos proponer”.
En mi experiencia, tras haber participado en la elaboración de varias propuestas escritas de orientaciones terminales, posgrados, centros, actividades, proyectos, programas, sé que hay algunos temas que tienen éxito y otros que no; intuyo que algunos de esos temas están asociados con modas, fondos institucionales, contextos internacionales, y hasta con ideas de lo que vale la pena enseñar, investigar, conocer o difundir de algún funcionario con poder. No creo que por fuerzas sea una queja que se genere en años recientes, ni que sea más frecuente tampoco.
Según alcanzo a vislumbrar, la inercia institucional a veces da para que se generen determinados tipos de actividades en las instituciones educativas, pero no otros. Aquellas ideas que se desvían de la ortodoxia pedagógica o de los temas tradicionales de las disciplinas se enfrentan con cejas levantadas y con giros de izquierda a derecha de la cabeza de los interlocutores. Hay algunas ideas, no necesariamente geniales, que se enfrentan con el beneplácito y un movimiento de arriba a abajo de las autoridades. Esos gestos no significan que la idea les parezca buena, o practicable, o redituable. A veces es simplemente que esos funcionarios han aprendido a “dar el avión” y terminar la interacción con un “yo te llamo” que se convertirá en la posibilidad de que pronto te retiren el saludo para que no andes teniendo y verbalizando ideas.
En algunos casos, las ideas resultan atractivas si no se alejan mucho de lo que ya hace la institución. Pero que no se alejen demasiado. En términos de repostería, si propones que las donas de chocolate lleven ahora trozos de nuez, la idea podría germinar. Proponer que esas mismas donas sean de otros colores quizá ya es demasiado atrevimiento. A esos funcionarios que piensan en términos de reposteros tradicionales contentos con vender sus donas de chocolate, no se les puede pedir tanta innovación.
De tal modo, he llegado a escuchar a funcionarios y docentes que afirman que los planes de estudio y los programas están perfectos como han estado “desde sus inicios”; y que no es necesario que alguien proponga nuevos autores, orientaciones, problemas, paradigmas, perspectivas. ¿Para qué dañar la perfección metiendo autores contemporáneos, debates actuales que estén ligados con las noticias frescas del periódico de esta mañana?
Así que muchos de los docentes y trabajadores en las instituciones (educativas o no) optan por quedarse callados: ven alternativas para la resolución de problemas, o para que las personas aprendan mejor y más rápido, para que entiendan procedimientos y consecuencias, pero, como dice la Rana René en los memes que circulan de celular a celular, “luego se les pasa”, porque innovar resulta un esfuerzo que se enfrentará con tal magnitud de resistencias que uno se acostumbra a que, en determinados puestos de decisión, existan rompeolas dispuestas a quebrantar todo intento de mover las aguas de la innovación.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. [email protected]

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