Ni quien sabe mucho sabe todo

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Hay algunas personas que consideran que están en el máximo nivel de actualización en su disciplina. “¿Qué me vienes a decir a mí, si yo ya me sé todos los detalles de mi especialidad?”, suelen declarar. Saben tantas cosas que ya es imposible enseñarles más. Lo que implica que ya no pueden aprender. Lo feliz del caso es que tengan tanta información. Lo triste del caso es que crean que ya cuentan con la suficiente y que la historia jamás los alcanzará y no necesitarán aprender un ápice más.
Todo parece indicar que en las disciplinas que ha practicado la humanidad siempre hay una nueva frontera por conquistar. Siempre hay un elemento por descubrir. Difícilmente se puede llegar al aburrimiento porque ya se sepa todo lo que puede pasar en determinado campo. Ni siquiera en las interacciones con las personas es posible afirmar que éstas sean incapaces de alguna iniciativa distinta a lo que han hecho hasta el momento. Las sorpresas pueden presentarse en cualquier disciplina o campo temático.
Cuando las personas creen que ya lo saben todo, la realidad estará ahí para sorprenderlos con lo que es posible encontrar el algún rincón inexplorado. A menos que prefieran ser tan romos que no se den cuenta de que lo nuevo no es una repetición más de lo previamente conocido. En tal caso, lo que pasa no es una saturación total de conocimientos, sino una expresión de que quien afirma saberlo todo ha decidido cancelar su curiosidad y no aprender ni explorar más.
Sea cual sea la disciplina, es posible encontrar aristas inexploradas, que pueden sorprender hasta al más experto del conjunto de eruditos de esa área. Las normas sociales cambian. Las aplicaciones de los conocimientos se pueden ampliar. Los resultados de las experiencias y de los experimentos pueden contrastar con los hallazgos previos. Es posible descubrir errores en las observaciones previas, en las mediciones hasta el momento o en las perspectivas adoptadas.
Por eso es triste encontrar estudiantes que renuncien a la curiosidad y es trágico toparse con docentes que renuncien a seguir hurgando en los entresijos de sus materias de estudio. La declaración de aburrimiento en la escuela no está ligada al descubrimiento de los límites de lo cognoscible, sino a la incapacidad, ya sea de los estudiantes o de los docentes, de ver más allá de lo superficial. Ni siquiera los estudiosos de las vidas ajenas pueden declarar que sepan todo lo que determinado grupo o personaje han sido capaces de realizar, de pensar o de proyectar.
En la escuela y en la vida académica, la declaración de aburrimiento no refleja la realidad de un campo de estudio, sino la limitación de miras de quien lo explora. De tal modo que es posible situarse en el liderazgo en un campo, o ser pioneros, o abrir nuevos caminos, pero no es posible cerrar y clasificar determinado campo de información y aplicación de lo humanamente conocido, precisamente por su carácter de cognoscible y por ser parte de desarrollos históricos.
Las cosas se representan y manejan de modos diferentes a partir de lo que conocemos de ellas. Bástenos tomar cursos con los más avanzados en su especialidad. Lo que no los convierte en los únicos ni en los últimos en explorar las fronteras de lo cognoscible en la realidad física y humana. Ciertamente podríamos aplicar el principio de que quien afirme saber todo de algo, es probable que nada sepa acerca de la magnitud de lo que ignora.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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