Miedo e impunidad: unión que destruye el tejido social

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es terrible imaginar tener miedo, más aún sentirlo, pero en nuestra época ya es algo inevitable: el miedo es parte de la cotidianidad, no sólo en México, en el mundo entero. Pero el miedo, el real, no el imaginario, proviene de una experiencia y sensación de indefensión, de falta de protección, de sentirse desvalido y carente de apoyo, de haber sufrido una forma de ataque, de ser una verdadera víctima o alguien cercano a una.
Las únicas formas de dejar de sentir miedo serían a través de dos vías: la certeza en la protección de parte de las personas e instituciones responsables de hacerlo, primero, y la obtención de justicia cuando se ha identificado al sujeto que lastimó a otro, como segunda vía.
Lamentablemente, estamos viviendo épocas de total impunidad en el mundo, lo que ha lastimado, roto casi por completo el tejido social; ahora el agresor, el bully, el criminal, pueden incluso exhibir sus ataques y amenazas y no se les hace nada, ni siquiera un amago de detenerlos, llegando al punto de contar con personas que, sin ningún sentido ético, apoyan a este tipo de personas: la persecución, amenaza y agresiones del presidente de EEUU a otros países y a los migrantes, el ataque impune de Israel al pueblo palestino, el robo de Francia a pueblos africanos, la represión de los gobiernos a sus habitantes, como el caso de los jubilados en Argentina, o el saqueo de recursos y destrucción de la naturaleza, muestran esta impunidad en varios continentes, sin autoridades, organismos internacionales o Derechos Humanos que nos defiendan o protejan.
Pero México, lo digo con tristeza, es uno de los países en los que la impunidad y, por consiguiente, el miedo de la población, ha ido en aumento: las regulares acusaciones a expresidentes por desvíos u omisiones presentadas durante su gobierno sólo tienen fines políticos y no legales; el incremento de la delincuencia es debido en gran parte por la impunidad, lo que ha llevado a que ya en varias ocasiones las personas hayan ejercido violentamente la justicia por su propia mano; los robos de políticos de todos los partidos y las falsas acusaciones que terminan siendo extorsión no tienen castigos o penas legales comúnmente; las fallas parentales que impactan negativamente en los hijos se busca hoy que sean pagados por los docentes, lo que fomentará aún más la irresponsabilidad impune de padres o madres; los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa tampoco han encontrado justicia, pero sí miedo en la población; y así cientos de ejemplos más. Pero quisiera referir dos casos de los últimos días que tenemos miedo que no tengan justicia, al mismo tiempo que también nos da miedo pensar en lo que puede venir después para nuestros hijos e hijas: lo acontecido en TecMilenio, pero sobre todo el horrible hallazgo en Teuchitlán, Jalisco, nos deja una sensación que recorre todo el cuerpo, mezcla de miedo y terror, y que nos hace temer por los nuestros y el mundo que les estamos dejando, con la zozobra de advertir que no se puede hacer nada al respecto, no sin ayuda.
Sentir miedo es algo natural y tiende a promover conductas de supervivencia, pero ¿se puede vivir con miedo de pensar que en cualquier momento se puede ser presa de un criminal, delincuente o malintencionado que sólo busca hacer el mal? ¿Es justo sentir ese tipo de miedo? La verdad es que no, pero mientras impere la impunidad, no nos queda más que esperar a no tener un encuentro con este creciente tipo de personas. ¿Cómo terminar con la impunidad? Esta es la pregunta; empecemos entonces a realizar propuestas, por favor.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]

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