Marcando el paso…

 en Carlos García

Carlos M. García González*

Esta expresión “marcar el paso” allá por mi tierra, es más común escucharla, cuando se quiere decir que la hembra controla y manipula al macho; también a la inversa, pero esto no es lo más frecuente. Me explico, en el matriarcado subterráneo de nuestra cultura ellas son las que marcan el paso, pero dando la apariencia de que son ellos quienes lo hacen… Un verdadero arte de operar desde lo oscurito para hacer su voluntad o cuando menos esparar para al final de cuentas salirse con la suya. Ya Lacan decía que la función del padre es marginal en la crianza de la prole o descendencia.
Pero también esta expresión era común en mis tiempos escolares en la secundaria, cuando un pequeño ritual de pasaje nos hacían transitar de la revolución hormonal de una turba de adolescentes, a la apacible masa uniformada formada en filas de cuerpos separados una vez terminado el recreo de media tarde.
Mientras esperábamos que los de primero y segundo entraran a sus salones del tercer piso, el grupo A, seguido por el B, y así hasta la última letra; y luego los de segundo desfilando al segundo piso un grupo después de otro; como si se tratara de una fila de hormigas. Lo más grandes de tercero, que ya habíamos hecho este descenso de pisos, hacíamos ostensible la distinción de haber llegado al tercero ya que al haber reconocido a la institución, ésta nos reconocía simbólicamente con el acceso directo del patio a los salones de la planta baja.
Pero esta casi trivialidad, viene al caso porque durante todo el desfile del hormiguero, el director, aquí siempre había uno, escoltado por el subdirector y los prefectos que siempre eran tres nos ponían a marcar el paso; todos al unísono.
Esa orden “marcar el paso, ya…” consistía en estar en posición de casi firmes, con el pie izquierdo fijo al suelo y el derecho haciendo como que caminaba, pero no, como que iniciaba la marcha pero no, como que dirigía su impulso hacia delante… pero no. La rodilla derecha se flexionaba un poco hacia arriba y se simulaba como un paso al frente, pero justo en ese momento se detenía el impulso de todo el cuerpo y solamente la punta tocaba el suelo unos centímetros más adelante, para regresar inmediatamente a reunirse con el otro pie que no quizo acompañar al derecho y así durante todo el desfile del hormiguero. La obediencia y la marcha se iniciaba cuando la misma voz gritaba “marchen…ya”.
Toda proporción guardada la mayoría de los habitantes del país llevamos marcando el paso durante décadas; es decir hay un movimiento ficticio y simulado, mientras esperamos la orden de “marchen ya”. No solo la economía (que esa solamente marcha para una pequeña elite, mientras el resto ya marchamos), sino fundamentalmente en un sistema educativo (que ahora se debe uno de guardar de decir “nuestro”, porque nos lo han escamoteado, hurtado, o como se dice ahora “puesto entre comillas”). Esta cosa enorme y disfuncional que certifica en nombre de la calidad total, el ISO 12000, los cuatro pilares, los cinco saberes y las dos mil competencias… ni educa ni forma y medio mide.
La educación se encuentra en un estado de inmobilidad producto, en parte, de estar marcando el paso: como que se reforma pero no se mueve realmente, vemos como los tecnócratas ignorantes y bárbaros repiten las cuartillas dictadas por la OCDE y ya sin el pudor de las comillas proclaman sexenio tras sexenio, reforma tras reforma, secretario tras secretario… este es el camino correcto: se los firmo y se los cumplo. Dicho esto con toda marcialidad mientras los de a pie nos aconsejamos en voz baja ¡…marchen ya! De no haberlo hecho así estaríamos mucho peor.

*Profesor-investigador del Centro Universitario de Los Lagos de la UdeG. carlosmmanuel@gmail.com

Comentarios
  • Luis Ibarra

    ¡Marcando el paso! Bonito artículo sobre lo que nos acontece. La metáfora es pertiente y simpática, invita a marchar de manera distinta a la simulación. Deploro que sean tan poco lúcidos los funcionarios que no funcionan. Lamento que nuestra marcha sea a pesar de ellos y no ayudados por su política educativa. Ojalá los hicieramos marchar con rumbo desconocido.

  • manolo

    como dijo Pepe Cueli:
    “Quizás lo más dramático y duro de aceptar es no haber aprendido de nuestra historia. Seguimos dando vueltas en la noria, instalados en la compulsión a la repetición. Nuestra gran civilización no sirvió más que para matar de manera cada vez más sofisticada….Violencia engendra violencia, atacamos al supuesto enemigo porque nos refleja nuestra peor parte y al matarla en el otro creemos poder deshacernos de aquello que le proyectamos. No toleramos la imagen de nosotros mismos que el otro nos refleja. De allí nuestra intolerancia a la diferencia, al otro, a lo que el otro me dice de mí mismo.

    ¿Cuándo será el tiempo para reflexionar y no actuar nuestros impulsos destructivos reprimidos y desplazados en el otro? ¿Cuándo el tiempo de asumir con conciencia, y no acicateados por el odio, las fuerzas irracionales ocultas desde donde podemos actuar? ¿Cuándo el recordar, para no repetir?”

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