Maestros profesionales

 en Miguel Bazdresch Parada

Miguel Bazdresch Parada*

Costumbres y formas han entronizado el currículo como forjador del acto educativo. Todo lo que mande el currículo y su debida y autorizada programación y nada fuera de tal mandato. ¿Y si el estudiante tiene alguna barrera de aprendizaje (así se dice hoy) qué? Nada. Maestro, maestra: adapte el mandato a esas condiciones: Más despacio, menos ejercicios que requieran las capacidades “normales”, apoyos de monitores, etcétera. ¿Y si por las diferentes actividades extraescolares los estudiantes están distraídos y ocupados en procesar lo ocurrido fuera del aula qué? Nada. Aplaque a los estudiantes, y siga con lo programado.
La tiranía del currículo es el enemigo principal del acto educativo. Ese acto por el cual, al hacerlo, el estudiante comprende una idea, una propuesta del profesor, una lectura del libro, una conversación con sus compañeros, y más. Todo lo cual no es programable en un currículo y menos en uno impuesto como “nacional”.
De ahí la importancia de la afirmación reciente de la Mtra. Secretaria de educación nacional, cuando asistió a un acto académico: “Reitero que nadie puede enseñarle a un maestro frente a grupo qué puede hacer con sus alumnas y alumnos, porque sólo él sabe y conoce sus características y necesidades”. Por ello, señaló, “el reto para la institución es hacer que los maestros se la crean, que son profesionales y que no son sólo ejecutores.”
Estos maestros profesionales requieren ser formados como tales y el actual enfoque de la educación Normal sigue siendo normativo, esto es, si se aprenden las normas y se actúa conforme a ellas la educación caerá por su propio peso. Para profesionalizar a los maestros y maestras del país se requiere una formación congruente. Si bien las normas tienen su lugar para administrar los actos y realizarlos de modo congruentes con las situaciones que se presentan en todo grupo humano y en especial en escuelas y centros educativos, el hecho educativo no es normativo. Es un proceso complejo, incierto (puede suceder o no) el cual ha de realizar el estudiante ayudado por condiciones de la situación y por las propuestas de “haceres” del maestro. Ninguna lección profesoral, por muy preparada que esté, educa por sí misma. Es la reflexión del estudiante, así sea en la escuela Normal, lo que acerca a cada persona a aprehender ciencia, conocimiento, información y la contribución de estos saberes a la realidad personal y colectiva.
El Dr. Ángel Díaz Barriga, en el acto citado antes, expreso entre otros elementos, lo siguiente: “…este es un proyecto (el nuevo Marco Curricular) muy ambicioso e inacabado, que sólo podrá enriquecerse a través de las experiencias docentes, ojalá logremos que los docentes asumamos nuestra responsabilidad en este trabajo de reflexión”. Y, añadió, “…esto es algo nuevo, distinto, no imposible; implica pasar de un modelo uniforme, de eficacia, de formación para la ciudadanía global, a reconocer que el entorno inmediato es el punto de partida para el aprendizaje.”
De ahí la importancia de hacer un giro copernicano en la educación Normal y la formación de maestras y maestros.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). [email protected]

Comentarios
  • Víctor Ponce

    Este giro es urgente. En aras de cumplir el mandato, el currículum, no sólo se afecta el acto de educar, como dices, también se afecta la estabilidad emocional del docente, el 57% de burnout que se enunció en la última conversación sobre secundaria, que por acá organizamos, es un dato alarmante. Pienso en la secundaria como una máquina productora de esquizofrenias en los agentes educativos, todo sea para conservar el mandato, menos para construir relaciones sostenibles para todas y todos.

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