Madre es la palabra que da vida

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib-Goodin*

Hace unos días de modo inocente, le pidieron a Siri que definiera madre y comenzó recitando la definición del diccionario, y terminó diciendo una palabrota. Miles de usuarios lo intentaron, en medio de carcajadas reproducir el florido mensaje de Siri, hasta que los ingenieros se hicieron cargo del asunto y eliminaron la mala palabra.
A nivel evolutivo, entre las grandes especies (grandes no por su tamaño, sino por su complejidad a nivel cerebral) es la hembra quien procrea. En algunas especies, el macho puede o no ayudar a la crianza. A diferencia, entre algunas plantas y esporas, dependiendo de la necesidad de la especie, pueden surgir vástagos a través de procesos hermafroditas, lo cual crea características dinámicas en las variedades naturales. En tal sentido, pueden morir todas las hembras, pero eso no importa, pues la especie tendría asegurada su pervivencia.
No sucede así entre los humanos, cuando la madre falta, irremediablemente se piensa en un futuro incierto para los hijos. La madre es el modelo por seguir, la brújula del barco. La reina que lo mismo protege, marca claramente las reglas o apoya en las andanzas.
Sin importar los cambios culturales, económicos, o sociales, la madre sigue siendo el árbol que nos mantiene sobre la tierra. Es el abrazo dulce que desvanece toda sombra de zozobra, el discurso elocuente ante los desastres provocados por la inmadurez, el beso callado que se da cuando estamos en cama, el sabor a sopa de pollo que cura todo malestar, incluso la tristeza.
Es la madre quien nos da la vida y se asegura de que jamás olvidemos las largas horas de dolor o los meses de malestares que padeció hasta tenernos en sus brazos. Siempre disfruté de las historias que mi mamá me contaba sobre como llegué al mundo. No fue fácil, mero juego casi macabro del destino, pero sin importar las circunstancias, se aseguró de que recibiera la mejor educación; no solo en términos académicos, sino los modales que me permitieran moverme en sociedad.
¡Mi madre era una gran lectora, leía todo y de todo!, por las tardes, después de comer, cuando yo aún no estaba en edad de ir a la escuela, ella me leía. Al principio era un cuento y luego comenzó a leer pasajes de historia universal o poesía. No es un secreto de que ella es culpable por mi gusto por la ciencia y la lectura.
Todos tenemos ejemplos similares, pues ellas nos hacen falta, es por ello que cuando las madres faltan física o temporalmente, las abuelas o las hermanas toman el lugar, para proteger y enseñar principios, asegurarse de que todas las tareas escolares se cumplan en tiempo y forma, además de que uno nunca diga una grosería en el lugar o momento equivocado, diseñando el futuro y enorgulleciéndose de los resultados, o bien culpándose cuando las cosas no salen como se esperan.
Así son las madres, científicas no reconocidas, porque la sopa de pollo es el remedio universal para todo mal, físico o emocional; maestras sin sueldo quienes completan las tareas justo como la pidieron en la escuela, haciendo milagros con los materiales y dejando todo limpio después de los desastres; son ingenieras civiles pues construyen hogares con los elementos que tienen a la mano, intentando ahorrar lo máximo en cada proyecto, lo que las convierte en economistas natas, pues saben hacer pesos de los centavos y alimentan a una familia con el mínimo presupuesto; son viajeras ingeniosas que nos hacen disfrutar un lado de la calle, como si nunca antes lo hubiéramos visto. Además, lo mismo pintan, que cantan, bailan, corren o escriben poesía con sus lágrimas y pesares acumulados durante las noches de insomnio.
A pesar de todo, nunca se quejan, sonríen en los momentos más difíciles y nos enseñan a decir: “no me rindo”, lo que las convierte en las mejores conferencistas y motivadoras, acuñando frases históricas como “si no te callas te tumbo los dientes”, o “si llegas tarde voy por ti”.
En ocasiones especiales, tenemos la fortuna que nuestras ramas maduras y bien cuidadas, les den cobijo a nuestros robles. A veces las madres se convierten en niñas que requieren los mismos cuidados que ellas, con tanta pasión prodigaron en nuestros años de infancia. Los procesos demenciales hacen que sus ramas fuertes se caigan, y queda solo un dibujo de lo que fueron. Sus miedos y preocupaciones se exacerban y nos toca darles la mano. Cuidar de ellas es la misión más dolorosa, pues es claro que el fin está cerca, pero nos da un motivo de vida y nos hace luchar en contra de la percepción social de que ellas son un estorbo.
Si tienen a su madre a un lado, no solo le den un regalo, hagan un homenaje a sus lágrimas y sufrimientos, regálenle tiempo, que es lo que cada día les falta con más desesperación. Ellas estarán siempre cuando necesitemos un consejo o simplemente, una sonrisa, porque así son las madres, tan fuertes como las palabrotas que se forman cuando se conjugan con el enojo.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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