Los maestros y las historias no contadas

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

De un tiempo para acá, a los maestros se les ha acusado de todo, sobre todo durante este sexenio que está por terminar, de la noche a la mañana se convirtieron en personajes ninguneados, denostados, vilipendiados y con escaso valor social. ¡Qué lejos quedaron aquellas historias del apostolado! (sobre todo de tres décadas hacia atrás), épocas en que los maestros egresados de las escuelas Normales se ponían a disposición de las autoridades y se iban a cubrir la plaza que se les asignaba, sacrificando familia, amigos y el territorio propio, aceptaban (sin quejarse) el trabajo pero con la ilusión de irse acercando poco a poco al núcleo familiar y a casa, aunque una buena cantidad de ellos se quedaron a vivir y echaron raíces en las comunidades, sobre todo los profesores egresados de las Normales rurales, a quienes sus maestros los preparaban para ello.
El esquema para ingresar al servicio era muy similar (en especial para los maestros federales), una vez que egresaban de las escuelas Normales, se iban de vacaciones a sus casas y esperaban la notificación (vía telegrama) de que ya tenían asignado el lugar para desempeñar su función, por lo regular era en comunidades apartadas de las grandes urbes, primero habría que trasladarse a las capitales de cada estado de la república para recibir instrucciones precisas del sitio (muchas veces iban acompañados por sus padres, sobre todo las mujeres) y se iban a la población, para ello ya contaban con una casa o un cuarto que la comunidad le ponía a disposición, y eso, (se quiera o no reconocer) era un detalle y un plus que las comunidades tenían para los responsables de instruir a sus hijos.
La mayoría de maestros han caminado la milla, en un profesor jubilado hay historias increíbles, que van desde haber trabajado en escuelas multigrado, bidocente, tridocente y de organización completa, lo mismo en la sierra, la costa, la ribera, la barranca, las rancherías, los pueblos, las ciudades medias y en las grandes urbes, tanto en comunidades apacibles como en territorios controlados por el crimen organizado.
En mi caso, y a casi 5 años de haberme jubilado como maestro federal de educación básica, laboré en 5 jardines de niños y 3 secundarias de los municipios de Juanacatlán, El Salto, Tonalá, Guadalajara, Zapopan y Tlaquepaque en el estado de Jalisco, habiendo atendido no menos de 100 grupos de alumnos de entre 20 y 40 niños y adolescentes a lo largo de 32 años de servicio.
Si hay una cosa que los maestros tenemos es experiencia acumulada, no hay nadie: ni políticos, ni diseñadores de programas educativos, ni empresarios y los “visionarios neoliberales” que puedan entender eso, no por algo eliminaron de tajo el valor de la antigüedad en el servicio como un elemento para la evaluación del desempeño, así como en el concurso por plazas directivas o supervisión, de ATP o cualquier otro tipo de mejora laboral.
El peregrinaje educativo de cada maestro esconde un cúmulo historias que perfectamente se pueden convertir en ideas o propuestas de aplicación en el aula, lo realmente complejo es poder sistematizarlas, ya bien sea en la soledad o con ayuda de expertos en la recuperación de historias de vida.
Es necesario que los maestros recuperen cada sesión, cada ciclo escolar, cada éxito o fracaso que tuvieron en las aulas. Después del atropellamiento de la reforma educativa en contra de los maestros, me queda más que claro que la educación no sólo se mide por los resultados estadísticos de un examen estandarizado o la ficción narrada de una clase planeada y con evidencias llenas de falacias. La narrativa pedagógica es primordial y básica para la mejora de la práctica docente, es por ello que los maestros deben recuperar las experiencias ya que, debido a esta ausencia, ¡cuántas historias maravillosas se fueron al olvido o, en el peor de los casos, a la tumba porque a nadie se le ocurrió recuperar y escribir sobre esas prácticas!, ante este vacío, es necesario ahora más que nunca que los maestros redacten sus reflexiones en un diario, en un cuaderno de notas, que capturen imágenes fotográficas y videos, y que archiven los trabajos de sus alumnos, entre otras cosas, la idea es recuperar testimonios que se puedan sistematizar y, a la larga, sean la base para construir propuestas educativas emanadas de la experiencia y, de lo cual, los maestros tenemos mucho que contar.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

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