Los compañeros de escuela

 en Luis Rodolfo Morán

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Durante varias semanas y meses, a veces semestre o años, los vemos casi todos los días. Se sientan junto a nosotros. Sufren a los mismos maestros. Pasan las mismas o parecidas preocupaciones para hacer las tareas y responder a las preguntas de los docentes, difrectivos o compañeros. Leen o dejan de leer lo mismo que nosotros. A veces los envidiamos por su popularidad, su inteligencia, su belleza. A veces hasta nos hacemos amigos de ellos y, de vez en cuando, encontramos algunos que nos caen mal y a otros de cuyas virtudes y defectos nos enamoramos.
Hay casos en que compañeros de escuela se convierten en más que amigos y que llegan a casarse y reproducirse y hasta a divorciarse y a ser abuelos de las mismas criaturas. Que no sólo pasarán muchas horas de sus vidas en el aula, en el patio de recreo o en la solución de tareas.
Muchos de nosotros logramos conservar, al menos, uno que otro de nuestros compañeros de escuela, como amigos, después de los años de educación formal. Algunos hemos logrado conservar de amigos a compañeros de jardín de niños, de primaria, de secundaria y de bachillerato o de la carrera y el posgrado. Es incluso probable que algunos de nuestros compañeros sigan siendo nuestros colegas en el mismo tipo de trabajo o incluso en la misma institución en que nos desempeñamos profesionalmente.
Podría parecer que esa interacción cotidiana, de la que a veces quisiéramos fuera menos frecuente porque está asociada con estar en la escuela, es de poca monta. Pero resulta que además de todo lo que aprendemos en el aula, se nos va convirtiendo en un importante recurso sin que siquiera nos demos cuenta. Cada compañera o compañero de escuela nos muestra sus potenciales, sus talentos, sus emociones, sus reacciones, sus habilidades y sus formas de proceder o de producir resultados. Después de unas cuantas sesiones o incluso después de unos minutos cada compañera o compañero de escuela puede saber si nos quiere en su equipo o en su vida; o lo más lejos posible de ellos.
Nuestros compañeros de escuela son un recurso que nos acompaña día con día. Y que puede acompañarnos por muchos años por venir. Por su amistad cercana. Por ser un recurso accesible en caso de necesidad nuestra. O por ser a quienes estaremos dispuestos a apoyar en casos de necesidad, ya sea en la época de nuestros cursos, ya sea en los años por venir. Con ellos tenemos afectos, obligaciones mutuas, responsabilidades por cumplir. Por eso es importante considerar a las generaciones de compañeros en vez de únicamente grupos desunidos que se desintegran cada inicio de ciclo.
Por una parte, tener compañeros estables y por varios ciclos o cursos nos ayuda a detectar posibles diferencias en potencialidades y a ser útiles como recursos mutuos. Quizá en otras ocasiones convenga una gran variedad de compañeros, para ampliar nuestras redes de amigos y de colegas y para plantearnos nuevas formas de adaptación y de relación con los demás. En última instancia, tener compañeros es casi como tener hermanos. Quien no los tiene no sabe de lo que se pierde. Pero quien los tiene está muy consciente de sus ganacias, aunque a veces éstas nos produzcan algunas irritaciones.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Elizabeth

    He sido compañera de carrera y amiga tuya por muchos años. Puedo dar testimonio del valor que das a la amistad y la manera como te comprometes con los amigos. Regalo inapreciable son los amigos de la juventud… Gracias amigo!

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