Las nunca bien comprendidas tareas escolares

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodin*

No es un secreto que abogo por la eliminación de las tareas escolares. Me parece que corrompen el bienestar emocional, social y físico de los niños, ya que deben pasar horas después de clase, sin posibilidad de descanso, con los rencores de los padres encima. “¡Apúrate!”, “¡eres un flojo!”, “¡si no terminas pronto no comes!”, “¡deja de jugar y apúrate!”.
Después de muchas horas en la escuela, extienden el trabajo a casa. Sin posibilidad de jugar, de platicar en buenos términos con la familia, quienes incluso modifican los planes de los fines de semana, todo gira en torno a las tareas escolares, horas y horas de tortura sin sentido.
El día de ayer me encontraba en un círculo de estudio. Con un chico de secundaria estábamos resolviendo ecuaciones de primer grado, mientras su hermano estaba haciendo una numeración del quinientos al mil en números romanos. De repente surgió una discusión muy interesante, ya que una tercera persona se agregó al grupo. Era una mamá, quejándose amargamente de que a su hijo no le dejaban tareas.
Casi me caigo de la silla cuando la mamá dijo enfáticamente: “creo que debería ayudar a mi hijo, ¡no le dejan tareas en la escuela!, va muy bien, tiene buenas calificaciones, pero… ¿cómo puede aprender si no le dejan tareas?
¿Cómo podría explicarle que hay evidencia científica que indica que las tareas no aportan mucho, además de tortura mental y emocional a los niños?
El pequeño que estaba haciendo la numeración desde hacía casi 3 horas, ¡no pudo evitar la emoción de escuchar tal revelación!, “¿en qué escuela va su hijo?”, “¡mamá, yo quiero ir a esa escuela!”
El otro chico, que sufre con física y matemáticas, movió la cabeza y dijo algo que me dejó atónita: “a mí me gustan las tareas, prefiero trabajar en casa, tranquilo, en mi propio espacio, que tener que hacer todo en la escuela”.
¿Quizá debemos repensar el tema de las tareas?
Las razones por las cuales estoy en contra de la tareas, es que junto con los exámenes, parece que son los únicos mecanismos necesarios para el aprendizaje. Lo cual va en contra de la definición de aprendizaje, el cual es un mecanismo necesario en todas las especies y que tienen fines adaptativos. No se aprende solo sentado a una silla, no se aprende a trepar árboles en un esquema ¿verdad?
El otro problema es que las tareas carecen de lógica. En el mismo día la tarea consiste en una numeración del 500 al 1000 en números romanos, que afecta la movilidad de la mano del niño; luego debe aprender el sistema auditivo y cómo se mueven las ondas sonoras desde el oído interno hasta la cóclea; y su última tarea consiste en escribir sobre un tema que el niño desee, que al final de un pequeño debate resultó que el tema que más apasiona al chico son los dinosaurios. Tres cosas aleatorias que el niño no logra conectar, pues termina cansado, es fin de semana, piensa en poder salir a jugar y ver una película, pero todo eso debe dejarse para después por hacer la tarea.
Si las tareas tuvieran sentido, quizá todo sería más fácil. Tal vez aprender sobre los dinosaurios y la capacidad de audición, la cual es el principio evolutivo de la audición humana, y que vivieron LXV de años (con dos rayas sobre los números para implicar millones).
Sin ignorar la idea de que en casa se tiene más paz, a pesar de la inasistencia paterna de terminar todo pronto, entonces las tareas pueden tener sentido en la vida escolar. Al parecer los padres están convencidos de ello, pues no aprecian la falta de tareas escolares. Tal parece que sin tarea el chico puede caer más fácil en las drogas, pues tiene todo el tiempo del mundo para tener toda clase de pensamientos. Es por ello que los padres buscan tener ocupados a sus hijos con actividades extra clase. Después de todo, ya no les es posible jugar en la calle, no hay espacios deportivos o zonas verdes donde los niños puedan correr, gritar y cansarse. Así que aniquilan su energía mental, a falta de la posibilidad de quemar su energía física.
¿Vale la pena una negociación?, una tarea que integre la realidad observable con los conocimientos escolares, en la cual los padres pudieran participar… siempre y cuando no estén cansados de la jornada laboral.
Socialmente le hemos dado mucho peso. Es cierto que los chicos no pueden hacer todo en la escuela, pero también merecen un poco de espacio y tiempo para ser ellos mismos, merecen tiempo de calidad con los padres, ajenos a los gritos desesperados para que terminen sus labores escolares, que se alarga por horas.
¿Quizá merezcan el derecho a ser niños?, ¿por qué no pueden las tareas contribuir a su desarrollo físico, mental y emocional?

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

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