Las contribuciones del posgrado: el caso de la MEB de la UPN
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
El posgrado en educación dirigido a docentes en servicio ha sido fuertemente cuestionado debido a que no cumple con las expectativas que anuncia, ni sirve para formar mejores docentes, ni forma investigadores, ni tampoco sirve para generar propuestas o proyectos de mejora para las instituciones educativas y para la práctica propia. Dentro de todo ello existen algunos programas de formación insertos en el posgrado que son una excepción.
La Maestría en Educación Básica (MEB), que ofrece la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) a nivel nacional, fue diseñada por las Unidades de la Ciudad de México y comenzó a operar en el año 2009, cuando iniciaba la Reforma Integral de la Educación Básica REIB, primer intento de reforma que aun vivimos. Las bondades en el diseño formal de este programa de posgrado, es que se vincula con la reforma, tiene como eje vertebrador la práctica que realizan los docentes y un diseño a partir de desarrollar competencias profesionales, privilegia la intervención como una forma de hacer investigación y se caracteriza por tener un diseño modular.
El posgrado en educación reconoce la importancia y la necesidad del conocimiento para docentes, pensando a éstos como productores y consumidores de conocimientos pedagógicos en situación. De esta manera, tiene razón Frida Díaz cuando habla de la enseñanza situada, como el compromiso de elaborar propuestas en situaciones reales de un contexto socioeducativo determinado.
Habría que hacerse una pregunta básica, ¿por qué es importante que los docentes sigan estudiando y por qué dicho compromiso formativo se inserta en un posgrado? El asunto de los grados académicos en educación (el pregrado, el grado y el posgrado), está regulado por instancias como el Conacyt y éste define que después de la licenciatura se ofrecen estudios como una especie de segundo piso en educación, ese es el posgrado.
En este sentido, los docentes que cursan la MEB tienen un espacio de reflexión en colectivo al lado de los pares docentes de los tres niveles de la llamada educación básica (preescolar, primaria y secundaria) y cuyo compromiso estelar está pensado en intentar, es decir, desempeñar de mejor manera la tarea de educar. La profesionalización que ofrece el posgrado dirigido a docentes tiene tres ejes básicos:
a) Mejorar la práctica a partir de reflexionarla y de darse cuenta de los distintos elementos o dimensiones que giran en torno a ella.
b) Vincular la práctica docente con la reforma educativa (en la fase entorno), para entender mejor la lógica del diseño que la estructura y desplegar propuestas o acciones para cumplir de la mejor manera con los propósitos educacionales definidos en la misma.
c) Incorporar a los sujetos docentes en formación en el posgrado y el diseño de propuestas de intervención o de acción psico-socio-pedagógicas, como una manera diferente de hacer investigación. Las propuestas de intervención tienen varias finalidades, mejorar la práctica y superar algunas problemáticas o rezagos, establecer una mejor relación con los padres de familia y en general con la comunidad en donde está inserta la escuela, adaptar de mejor manera el currículum formal en un contexto específico, hacer adaptaciones curriculares pertinentes y superar barreras para el aprendizaje en alumnos diferentes, desplegar estrategias de inclusión de manera exitosa, etcétera.
Lo más importante (en todo esto) reside en habilitar a los docentes para que vivan la cultura de la reflexión del hacer docente como un estilo de vida que trascienda el posgrado. La reflexión de la práctica en y después de realizarla es el componente central que garantiza la distinción de estudiar el posgrado. Y todo ello es objetivado al final como una forma de tesis, reportes finales o parciales o las narrativas que realizan los docentes en este espacio de formación permanente.
*Doctor en educación. Profesor–investigador de la UPN Guadalajara, Unidad 141. [email protected]