La vida escolar después del Covid-19

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

Los mexicanos, a través de la historia, nos hemos caracterizado por no aprender de las buenas o malas experiencias que nos han sucedido en lo individual y lo colectivo, cosa que de seguro ocurrirá (aunque es deseable que no suceda) una vez que las autoridades logren tener control sanitario sobre el coronavirus y podamos regresar a las actividades normales que realizábamos hasta antes del confinamiento obligado y la parálisis de la vida en colectivo.
En México somos muy dados a empezar las cosas de cero casi siempre, como que si lo hecho anteriormente no valiera, existiera o tuviera relación alguna con la nueva forma de realizar las propuestas, ejemplos de ello sobran, lo mismo pasa con la obra pública y el rediseño de las ciudades (desde que tengo uso de razón, el Centro Histórico de Guadalajara ha sido remodelado en múltiples ocasiones, tan sólo los pisos de las banquetas han sido cambiados cada seis años, cosa que no sucede en otras ciudades importantes del extranjero), qué decir de asuntos torales como los sistemas de salud y educación, en ambos ha habido reformas y éstas han resuelto lo urgente para el gobierno (económicamente hablando) pero han empeorado los servicios, disminuido los suministros y estancado cualquier mejora de las necesidades básicas, edificios, prácticas, cobertura de atención y tecnología de punta, sólo por citar algunas cosas.
Hace 11 años, cuando sucedió lo de la Influenza H1N1, las escuelas cerraron una semana y por las prisas gubernamentales pocas de ellas generaron actividades académicas para que los estudiantes las desarrollaran en casa, de hecho, en las iniciativas de la SEP y de las secretarías de educación en los estados fue como si esa semana no hubiese existido porque la fecha del final del ciclo escolar (según el calendario 2008-2009) se recorrió una semana, y las pocas escuelas que si trabajaron a través de plataformas, correos o los canales disponibles de entonces no tuvieron ninguna consideración, terminaron el ciclo escolar igual que las que no lo hicieron. Esa experiencia demostró que el trabajo a distancia estaba a años luz de las escuelas y las prácticas docentes, de hecho, lo siguen estando hoy en día a pesar de la basta tecnología disponible para la población en general, la cual, no ha podido incorporarse con éxito a la vida escolar por diversas razones, principalmente por cuestiones de orden cultural y porque a menor nivel socioeconómico es más complicado el acceso a ella.
El día que regresemos a clases presenciales, ya bien sea el 17 de mayo, 1º de junio o cuando las circunstancias lo permitan, será necesario hacer algo para que eliminemos mitos con relación al uso la tecnología en las escuelas, principalmente aquellos que insisten (desde hace un par de décadas) en equipar las aulas con computadoras, tablets o cualquier otro aparato como la gran “estrategia educativa”, a sabiendas de que los medios electrónicos por sí mismos no son capaces de educar, lo cual quedó comprobado una vez más de que no es así en estos tiempos del Covid-19.
¿Qué ha dejado para docentes, estudiantes y padres de familia la experiencia educativa vivida hasta el día de hoy?, mucho desgaste emocional y psicológico, exceso de trabajo, aburrimiento y, lo peor, pocos aprendizajes. Lo cierto es que el trabajo de los maestros con relación a la autoridad educativa se burocratizó, en todo este tiempo se dieron a la tarea de estar informando pero sin recibir retroalimentación alguna de la autoridad inmediata y, se quiera o no reconocer, en un proceso educativo si no se da dicha retroalimentación, lo que se ha hecho suena a un evidente autoritarismo burocrático, otra cosa sería si hubiera una plataforma única, con lo cual se podría implementar un sistema flexible de supervisión e identificar aquellas prácticas que no son las idóneas y generar estrategias de mejora.
En fin, ideas para mejorar la realidad educativa no faltan, lo cierto es que el Covid-19 nos presentan una nueva oportunidad para hacer las cosas acordes a la realidad, es claro que la escuela requiere mejoras urgentes.
Ojalá y que cuando todo vuelva a la normalidad, los maestros no hagamos como que educamos haciendo lo mismo y que la autoridad tampoco haga como que la excelencia educativa es lo que los caracteriza a través de sus prácticas y sus formas de ver el mundo, seamos conscientes de la oportunidad que se nos presenta después de muchos días en confinamiento y sin ver cara a cara a nuestros alumnos los cuales, por cierto, son por quienes las escuelas y los maestros existen.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

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