La universidad de la era terciaria

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Según la hipótesis orgánica acerca del origen del petróleo, fue en la época terciaria cuando se originaron los hidrocarburos, que migraron a diferentes espacios durante la era cuaternaria, sedimentándose en el proceso de creación de cordilleras y ocupando los intersticios de rocas porosas. Con el desarrollo de las tecnologías, principalmente en los siglos XIX y XX, los humanos comenzaron a utilizar estos productos como combustibles y como base de múltiples productos (llamados “plásticos”, por su gran maleabilidad). Seguimos en esa época en que se utilizan esas fuentes de energía, y en donde se proponen nuevas tecnologías para dejar de depender del petróleo, dada la inminencia de su agotamiento. Por ello, las celdas solares, la energía eólica, las formas llamadas alternativas de movilidad, han adquirido importancia en los últimos cincuenta años del desarrollo tecnológico. En los años setenta, el acuerdo entre países productores de petróleo para reducir la oferta de petróleo, mostró la enorme dependencia del hemisferio occidental de los hidrocarburos. En estos primeros días del 2019, hemos comprobado esa dependencia en términos nacionales y locales, pues el desabasto de hidrocarburos casi ha detenido la economía mexicana y ha mostrado cuánto dependemos de los automóviles que utilizan motores de combustión interna.
Desafortunadamente, a diferencia de otras ciudades y regiones universitarias en el mundo, en Guadalajara no hemos sido capaces de conectar a las escuelas, y específicamente a las universidades, con el uso de esas fuentes de energía alternativas. Si bien, es cierto que la Universidad de Guadalajara cuenta con un parque vehicular con motores eléctricos, esta misma institución no ha sido capaz de promover y apoyar el uso de las bicicletas ni del transporte colectivo. Es notable que, a la luz de una demanda legal que cobró importancia mundial, en contra de la compañía General Motors por señalar como aspiración de los graduados de la universidad el uso del automóvil, se impulsara la conciencia de que a lo que debemos aspirar es a un ambiente más sano y saludable y a reducir el uso de los automóviles dependientes de los combustibles fósiles (es decir, petróleo).
Estos antecedentes vienen a cuento porque, durante varios años, en el edificio de rectoría general hubo ciclopuertos disponibles. Esta torre, conocida por muchos universitarios locales como el “Zambrano´s Fiesta”, por haber sido ese rector quien mandó derrumbar el 12 de diciembre de 1980, el edificio construido por Manuel Tolsá, para sustituirlo por un adefesio parecido al Hotel Fiesta Americana ubicado junto a la Glorieta Minerva, es ahora la sede de rectoría, mientras que el edificio que fue la facultad de leyes y luego rectoría quedó convertido en museo y en asiento del paraninfo universitario. En meses recientes esos ciclopuertos fueron retirados, así que no es posible que quien llegue en bicicleta a realizar trámites en esa torre deje en un lugar relativamente seguro su vehículo no contaminante.
La mañana en que escribo esto, fui a entregar unos papeles a rectoría y tuve que pedir que alguien bajara a recibirlos, porque, al llegar y no encontrar ciclopuerto, pasé con mi bicicleta al lobby, lo que provocó la inmediata “invitación” de un empleado para que saliera del edificio. Mi reacción fue pedirle que me indicara, antes de que yo aceptara su invitación, en dónde podría yo dejar la bicicleta para subir a rectoría. “En la calle, porque aquí no es posible. Ésa es la indicación”, fue su respuesta. “Pregúnteles a los guardias de afuera”. Fui con los guardias de afuera y me dijeron que no podría poner el candado de mi bicicleta para asegurarla en el barandal de una rampa que desemboca en la calle Escorza. “Y no crea que nosotros podremos cuidarla, porque de aquí se han robado varias”.
El pasaje me deja con varias inquietudes: ¿es la Universidad de Guadalajara una institución educativa en donde no se promueve ni se apoya que los universitarios utilicemos medios de transporte no contaminante?, ¿tiene algún interés esta institución educativa por promover el uso de transporte privado con motor eléctrico o de gasolina, pero no considera los costos que ambientales, sociales y de salud que esto implica?, ¿las “indicaciones” que mencionó el empleado en el distribuidor de planta baja vienen de algún administrador o del Consejo General Universitario?, sabemos de otras universidades y otras ciudades, con climas más extremos de calor y frío, y con topografías más desafiantes, en donde es posible encontrar lugares para dejar, en condiciones seguras y dignas, las bicicletas de una población que se esfuerza por reducir los daños de las emisiones de gases a la atmósfera.
Parecería que en la Universidad de Guadalajara no se han enterado de que en esta zona metropolitana hay serios problemas de contaminación por dióxido de carbono. Y que el uso de medios de transporte alternativos podría ayudar a reducirlos. No sólo con ciclopuertos en sus edificios (los feos y los bonitos), sino con la promoción de formas alternativas y colectivas de transportarse. Ojalá que el rector y el Consejo General Universitario comiencen a pensar en otras “indicaciones” y formas de apoyar la reducción de los costos sociales y de salud del uso de vehículos particulares con motores de combustión interna. Las alternativas que pueden servir de ejemplo para llegar y recibir a estudiantes, docentes y trabajadores administrativos ya están en operación en muchas otras universidades y ciudades del planeta. Me permito recordar que no es la primera vez que señalo este problema en las instituciones académicas: http://lrmoranquiroz.blogspot.com/2017/01/pensantes-y-gorditos-por-que-no-hay.html

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • ANDREA ORNELAS

    Ya lo revisé. ¡Gracias y saludos!

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