La unidimensionalidad ¿limitación para analizar las escuelas?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Cuando se realizan intentos por estudiar e investigar lo que en las escuelas acontece, sucede, se vive o se desarrolla, trabajo realizado comúnmente por personas ajenas al contexto de estudio, se observa una tendencia reduccionista y de una cuestionable simplificación: se ejerce un nimis simplicandum dirían algunos cultos en latín, que significa “simplificar demasiado”.
En tiempos en los que diferentes palabras compuestas tales como interdisciplina, interrelación, transdisciplina, multidisciplina, multifactorial, multidimensional, multirreferencialidad y multicausal, entre otras, son comunes en la voz de diferentes investigadores, y que se emplean con frecuencia para enfatizar la complejidad del ser humano al intentar, ilusamente aún, de definirlo con una precisión incuestionable, pareciera que al hablar de fenómenos y actores educativos todo es simple y fácil de aprehender, comprender y explicar, por lo que, basados en esta limitada visión, se hacen propuestas que pretenden minimizar una situación o condición presente. Todo multi, inter y trans se diluye por completo.
Así, las formas de acción propuestas para implementar en las escuelas lejos de brindar soluciones han ido generando otras problemáticas que desvalorizan y cuestionan socialmente el papel de las escuelas. Ejemplos hay muchos, referiré sólo algunos en las que sólo se contempla una única dimensión.
Pensar que una política de inclusión con los niños en situación de discapacidad es suficiente para que desarrollen o rehabiliten alguna función o capacidad, sólo por ahorrarse el trabajo de especialistas en la materia, deja de lado, ignora por completo el aspecto ontogenético. Filogenético, neuropsicológico y contextual de una problemática y se preserva así la condición de un infante. Pensar que las becas van a terminar con la pobreza, sin considerar a la globalización, la migración, la falta de empleo o su depreciación económica, la desigualdad, la desintegración familiar, el incremento de la delincuencia y la drogadicción, entre muchos, muchos, otros factores, permite dar cuenta de una solución ingenua e ilusa. Pensar que una estrategia de contención y acompañamiento docente ante un problema de ansiedad o depresión es suficiente, negando por completo factores como la historia de vida de cada estudiante, su fragilidad emocional, una autoestima mal cimentada, el abandono y la posible situación disfuncional de la familia, los cuales son, cada uno, de alto impacto en la vida de niños y niñas.
Pensar que eliminar la reprobación evitará problemas de autoestima, generará y consolidará aprendizajes, motivará a los y las estudiantes para comprometerse con sus estudios, así como garantizará la obtención de un empleo estable y económicamente redituable, nuevamente nos muestra una visión sesgada y limitada de los alcances de la escuela; simplifica y minimiza el efecto negativo de una medida.
Pensar que una política y/o propuesta educativa, proveniente del sector político exclusivamente, dará solución a todos y cada uno de los problemas que se generan en las escuelas, sin considerar la voz de los docentes, la comunidad, el mundo social, las necesidades y deseos familiares, es nuevamente un reduccionismo que se mantiene y solamente actúa en detrimento de lo que la escuela y cada docente representa y significa. Hay una fantasía de centrar todo en un sólo factor, visto, obvio, por un iluminado.
Así que cuando hablemos de lo que pasa en las escuelas, evitemos el reduccionismo y ampliemos, conjuntamente, la mirada; solamente la soberbia de una persona podría concebir que su visión, en la que sólo considera una dimensión, contempla el todo de la escuela. Espero no haber sido reduccionista.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]

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