La mirada no ética para el docente

 In Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Estamos a punto de celebrar nuevamente el Día del Maestro y esto invita a hacer una reflexión acerca de su situación actual. Obviamente, no hablaremos del aspecto económico porque eso está muy lejos de mostrar avances en materia de la revalorización y dignificación de la labor. En realidad, pensaba en la forma en que, poco a poco, ha empezado a presentarse una negación de todo carácter o sentido humano que puedan presentar docentes, olvidando que, antes de ser docente y antes de cualquier etiqueta o rol que le atribuyamos a alguien, somos personas.
Cada docente, desde la perspectiva de Levinas, muestra una postura ética atendiendo la fragilidad y la vulnerabilidad, ya sea física, económica emocional y obvio, cognitiva de sus estudiantes, confiriéndoles un lugar en el mundo y dentro de él: nunca hizo falta el mandato, la orden o imposición política de las funciones de atención al otro, cada docente ha mostrado siempre el criterio y la humanidad para tratar con dignidad, valoración y ética a aquellos que son su responsabilidad: siempre mantiene, más que una flexibilidad o tolerancia, una actitud comprensiva y ética ante cualquier eventualidad o situación que genere afectación a la salud, física o psicológica de sus estudiantes; siempre mira con sensibilidad a cada menor.
Lamentablemente, lejos de esperar una suerte de reciprocidad y encontrarse en la mirada de aquellos con los que tiene un encuentro cara a cara, se le mira con desdén y lo han vuelto el receptáculo de frustraciones y, parafraseando al expresidente Fox, hacen los trabajos que nadie más quiere hacer. ¿Cuál es su realidad? Inestabilidad laboral, sueldos magros, crítica permanente social, olvido y falta de reconocimiento a su labor, carga burocrática, falta de autonomía pedagógica y es carente de respaldo institucional y de sus autoridades ante diferentes problemas, al mismo tiempo que es culpable de todas las fallas del sistema social.
Mayo ha traído varias suspensiones de días, lo cual ha servido para que muchos acusen al docente de flojo, para cuestionar su responsabilidad y para que varios digan en redes que tenemos el trabajo ideal, pero pocas veces las personas se ponen a pensar, pocas se enteran o se dan cuenta, de que el profesor, como cualquier persona, vive realidades que también le son difíciles de afrontar: ¿cuánto tiempo puede o debe sufrir un docente la muerte de un ser querido antes de volver a las aulas?, ¿puede un docente estar preocupado por la salud o el futuro de sus hijos?, ¿puede enfermarse y quedarse en casa a descansar y ser atendido?, ¿puede vivir tranquilo sabiendo que en cualquier momento alguien puede hacer una acusación falsa y acabar con su vida?, ¿cómo responder a las críticas a su forma de enseñanza de parte de alguien que ni siquiera sabe los problemas que tiene su hijo?, ¿puede lidiar con hacerse responsable de muchos menores mientras deja de atender a los suyos por la carga laboral: las y los docentes también, como cualquier persona, acusa vulnerabilidad y fragilidad, por lo que necesita también de un cobijo ético que cada vez se hace más pequeño.
La docencia se encuentra viviendo una paradoja que, en algún momento, creará una fractura social de la cual será difícil recuperarse: inculca valores y debe ser un ejemplo de moralidad y ética para sus educandos, al mismo tiempo que se deprecia el valor de su ser y su labor. Es por eso que me parece apropiado para estas fechas pedir que, si ya no es posible disponer de una investidura que nos coloque en un lugar de reconocimiento, al menos se nos mire como prójimos, como semejantes… como personas y venga entonces un trato digno, decoroso y respetuoso. No se pide mucho, ¿se podrá?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]

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