La mirada
Marco Antonio González Villa*
Los ojos, la mirada, disponen de un halo mágico que hace que sean altamente valorados en la sociedad. El Psicoanálisis nos ha dado material y marcos de referencia para entender que la mirada puede ser seductora, estructurante, pero también puede tener algo siniestro, ominoso, que genera miedo, angustia… terror; el “ojo que todo lo ve”, el “ojo de Sauron” del Señor de los anillos o la mirada de un padre o una madre enojados permiten entender este último sentir.
Sin embargo, creo que la mirada dispone de un sentido, como semántica y como sensación-emoción, que es de gran relevancia social y tiene que ver con el hecho de buscar en ella aceptación: buscamos la mirada de aquellos con los que tenemos un vínculo, con los que hay un grado alto de intimidad y confianza, con aquellos de quienes se espera ser valorado, aceptado y, en algunos casos posibles, ser querido.
Desde el momento del nacimiento, en un acto de amor, el padre y la madre miran a los ojos a un bebé cuando lo alimentan o lo cargan, sobre todo cuando fue deseado y querido previo al encuentro cara a cara. Con los amigos tenemos miradas de complicidad, de simpatía, de agrado y se transmite franqueza en función de los sentimientos y sensaciones que se generan estando juntos. En las relaciones de pareja pasamos por varias etapas interesantes: empezamos con miradas furtivas, seguido de miradas esquivas por timidez, pena o miedo a ser descubierto o descubierta, para finalmente encontrar las miradas, perderse en los ojos del ser amado y desear ser lo único que sus quieran mirar. Parece canción, pero en realidad muchos saben de qué estoy hablando.
La escuela es un escenario complejo, hablando estrictamente de la relación entre docente y estudiante. Por siglos, los estudiantes estuvieron obligados a bajar la mirada como signo de respeto, aunque todos sabemos que era por una cuestión de poder e intimidación que ejercía el docente. Hoy podemos observar miradas desafiantes, que cuestionan y dudan sobre la forma en que se educa, no obstante, la mirada que más se observa es la que busca aprobación y reconocimiento de parte del estudiante hacia su maestro o maestra, la cual puede ser considerada una necesidad psicológica, pero también representa una obligación moral del docente, para afirmar y darle un valor y un lugar especial a cada alumno y alumna.
Hay quien prefiere mirar una pantalla, como padres y madres cuya prioridad no son sus hijos o hijas; hay quienes prefieren mirar hacia otro lado, como la clase política cuando se le cuestiona que sus medidas y reformas educativas sirven a intereses económicos y no a las futuras generaciones; hay quienes sólo miran hacia adentro, hacia sí, y se tornan egoístas y narcisistas resultado de que, probablemente, nadie haya querido mirarlos y valorarlos, por lo que esto puede ser una reacción salvadora para conferirse un valor.
Tiene la mirada entonces un valor social importante e innegable. Esto me lleva a plantear una pregunta que no es fácil responder, ¿lograremos un día mirarnos todos como semejantes?, no lo sé, de verdad me gustaría verlo un día ¿alguien no?
*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]
NEHUA NI TEHUA. YO SOY TU, TU ERES YO. Uno de los principios mexikas. Los abuelos nos dicen. “Cuando tú ves a alguien a los ojos en realidad no es a él a quien ves, si no a tí mismo” Si nos educamos y educamos alos demás en empatía y el porque tratar a los demás como queremos ser tratados, es posible una mejor convivencia tanto con las personas, como con el entorno.
Interesante artículo. Gracias
Buenas noches Esperanza. Gracias por tu aportación, enriqueció mucho el texto y lo rubricó de una forma linda y profunda