La memoria y el recuerdo editado
Marco Antonio González Villa*
La memoria, esa capacidad, ese proceso psicológico, esa función cognitiva que permite almacenar información por poco o mucho tiempo, y que se asocia comúnmente con el aprendizaje y la inteligencia, trabaja de forma diferente en las personas y, para analizarla, siempre es necesario entender el contexto de tiempo y espacio, así como las emociones y sentimientos presentes, la edad de las personas y un sinfín de variables socioculturales que inciden no en la generación del recuerdo, sino en la forma en que se pone en palabras o se evoca. Lo que es un hecho es que hay recuerdos que marcan, influyen o determinan la vida de algunas personas; otras simplemente la ignoran.
No obstante, la memoria es capaz de crear, de inventar, de añadir o cambiar información, incluso de confundir o engañar a las personas. Se deriva directamente de la percepción de información proveniente de los sentidos, interpretada desde los referentes que se tienen, centrándose y enfocándose sólo en algunos elementos del todo, ya sea imagen, sonido o sensación, no en la escena completa, la cual, además, va cambiando con el tiempo, los sentimientos, las circunstancias o la pérdida de significatividad del hecho. Los recuerdos se editan, se acepte o no.
Hay frases ligadas a la memoria que ponen de relieve su importancia: “Un pueblo sin memoria está condenado a repetir su historia” aplica no sólo para escenarios políticos, como la vuelta del PRI al poder en 2012 pese a su historia, sino también para personas que repiten parejas con características similares; para Wilde es el diario que todos llevamos con nosotros, la fuente de la nostalgia y el dolor para Isabel Allende y para Cortázar, la facultad que olvida.
La memoria, aunque a veces se comparte, es particular, individual, y, como vemos, recuerda u olvida lo que quiere. Por tanto, podemos hablar de tantas realidades vividas en función del número total de personas: ¿tienen los mismos recuerdos las parejas que terminan? ¿Seguimos contando igual que la primera vez los rechazos o rupturas que sufrimos? ¿Docentes y estudiantes recuerdan igual lo vivido en el aula? ¿Se recuerda igual que los compañeros cada etapa escolar? ¿Los conflictos con otras personas los recordamos igual que ellas? ¿Europa recuerda igual que sus países colonizados el encuentro entre sus culturas? ¿Israel recuerda lo que es un genocidio? ¿Cómo recuerdan los políticos sus promesas de campaña? ¿Ha cambiado la forma de contar nuestros triunfos o fracasos? ¿Hemos incluso olvidado triunfos o fracasos que alguna vez fueron importantes? ¿Se recuerda un mal amor? ¿Por qué fue un mal amor? ¿Cuál es mi día más feliz o el más triste? ¿En qué me baso para calificarlos así? ¿Por qué recuerdo unas cosas y no otras? La memoria, como vemos, es difícil, pero es uno de los procesos en que más privacidad y libertad de edición y evocación tiene; nadie recuerda por mí, ni como yo, ni lo que quiero, ni en qué momento decidir recordar u olvidar algo, no, ¿verdad? No lo olviden.
*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx