Innovar: un verbo difícil de conjugar
Miguel Ángel Pérez Reynoso*
Como parte de nuestras tradiciones educativas y de los aportes que hemos acumulado en educación, producto del quehacer cotidiano de los educadores mexicanos, la innovación de las prácticas educativas es el estadio más alto que no hemos logrado alcanzar.
Nuestra cultura educativa o nuestros aportes culturales en educación, tienden a mirar los déficits, las inconsistencias, lo que no sirve, lo que no educa, los resultados que no se logran, se enfatiza sobre los problemas y se dejan de lado las soluciones.
En innovación educativa no se trata de mirar hacia abajo, a partir de lo que no hay o de lo que no se hace. La innovación tiende a mirar hacia adentro del propio sujeto, surge del deseo de lograr cambios y de la factibilidad de lograrlos.
Junto con las preguntas clásicas que sirven para recuperar y reflexionar la práctica educativa de: ¿qué hago, cómo lo hago, con qué lo hago, para qué lo hago, con qué me apoyo para hacerlo? Habría que incluir la pregunta de innovación, ¿lo podría hacer de otra manera?
Es lamentable tener que reconocer que, como parte de nuestra realidad educacional, no existen ejemplos de prácticas innovadoras, de prácticas exitosas que generan resultados igualmente exitosos, trabajar sobre los déficits y enfatizar sobre las problemáticas, ha generado una parálisis paradigmática.
Tenemos que iniciar un proceso de mejora permanente, en donde la reflexión de la práctica sea apenas el inicio del cambio, ¿cómo hacerle? La tarea no es sencilla, máxime cuando no contamos con referentes cercanos que nos ayuden no sólo a tener claro los objetivos que queremos lograr y también los procedimientos y el camino por recorrer para lograrlo.
Los relatos y los meta-relatos de docentes cuando hablan de su práctica están colocados sobre la base de la queja, de lo que no se hace, de lo que no es posible lograr. La cultura de la innovación invierte dicha narrativa, se habla de lo que si se lograr y de lo que queda pendiente por alcanzarse.
Necesitamos generar un banco de testimonios de prácticas innovadores, de contextos favorecedores, de condiciones instituciones en donde si se apoyan las inactivas de cambio, de experiencias de docentes en donde se develan los secretos de cómo se le hizo para pasar de los problemas o los obstáculos al cambio y su consolidación.
La innovación es el componente más seductor de la tarea educativa, ahí se condensan las pulsiones de cambio, los sueños de mejora, las utopías por una educación mejor. ¡Fomentemos la innovación, practiquemos el cambio!
*Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad Guadalajara. [email protected]