Imponer estilo

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

Cuando se trata de hacer propuestas educativas desde el gobierno, las razones lógicas e ilógicas salen sobrando, tarde que temprano encontrarán cualquier tipo de justificación teórica y metodológica para imponer leyes, reglamentos, prácticas y, hasta estilos, que permitan gobernar de manera legal, independientemente que las acciones sean diferentes, muy parecidas o calcas en su esencia a las de gobiernos anteriores.
Digo todo esto porque una sola iniciativa, la del nuevo calendario escolar de 190 días presentado ayer, elimina por completo todo lo que gobiernos anteriores justificaron para imponer 200 días y, los posteriores de 185, 195 y 200 a decisión de cada centro y zona escolar, lo cual no explicaré esta vez, ya que el sábado anterior, en este mismo espacio mi compañera Graciela Soto hizo un recuento magistral de las razones y justificaciones de los cambios al calendario escolar desde principios del siglo XX, pasando por las gestiones de Agustín Yáñez, Zedillo y hasta Nuño como secretarios de educación, lo cierto es que todos los propósitos con los que se justificaron cada uno de los calendarios, querámoslo o no, se fueron por la borda. Finalmente supimos (a casi 26 años de la modificación al calendario de 1966, el cual iniciaba en septiembre y terminaba en junio), que los 200 días (20 más que el anterior de 1993) no mejoraron los aprendizajes de los alumnos (según los índices de la OCDE, Enlace y Planea) y si, en cambio, a los maestros les trajo a un hartazgo y las escuelas se convirtieron en auténticas guarderías que, de paso, les quitaron responsabilidades educativas y hasta sociales a los padres de familia.
En este sentido, el calendario escolar hoy propuesto parte de la misma base que los anteriores y que, sin lugar a dudas, no logrará los propósitos y sus justificaciones. En esta ocasión ponen en el centro tres aspectos (enfoques): más días efectivos de clase, convivencia familiar y conciencia familiar sobre los días cívicos de asueto.
La experiencia nos ha enseñado que al paso de los meses y los años, estos enfoques pasarán al olvido, sobre todo cuando de aplicarlos se trate, debido, principalmente, a que las inercias escolares terminan por adaptar lo que se puede y desechar lo que por arraigo cultural y prácticas cotidianas no es posible llevar a cabo, tradicionalmente se cumple a lo sumo un 70 u 80% de los tiempos previstos en el calendario escolar por múltiples razones y lógicas institucionales, el tema de la convivencia familiar está muy distante de las escuelas, los días de asueto son sólo eso y no parten de ningún tipo de relación con el día o días feriados.
Entendemos lo del calendario de 190 días como una simple práctica por querer imponer un estilo de hacer las cosas, es obvio que de ninguna manera puede ser tomado como sinónimo de lo que será la reforma educativa del actual gobierno, que, de ser así, la respuesta la tenemos con este hecho, lo cual suena como la misma gata pero un poco más revolcada, al tiempo.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

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