¿Identidades nacidas para perder?
Marco Antonio González Villa*
La identidad es un concepto complejo en su definición, así como un proceso igualmente complejo en su construcción. Implica la adopción y adaptación de rasgos, significaciones, comportamientos, lenguaje, entre otros elementos psicosociológicos, que originalmente se encuentran en otra persona y que poco a poco, por instrucción o bien por elección, van configurando a un ser, a una persona.
Con las personas, o grupos o instituciones sociales, reales o imaginarias, de las que se toma un algo para la propia identidad existe un vínculo o una relación significativa: es claro que en los primeros años de vida los roles asumidos serán básicamente heterodeterminados, sin tener opción alguna de elección, pero conforme vamos creciendo y con ello va incrementando la voluntad y la toma de decisiones, las diferentes identidades que se apropian son resultado de una elección.
En algunos ámbitos y áreas, ciertas identidades tienen connotaciones particulares que las hacen resaltar, positiva o negativamente desde lo social, no obstante, de manera regular tienden a generar orgullo con implicaciones e impacto directo a la autoestima y el autoconcepto.
¿Quién soy? Ésta es la pregunta de inicio que uno se hace para poder empezar a identificar, de mayor a menor en significatividad regularmente, las identidades que nos constituyen, por ejemplo: soy hombre, mujer o no binario nos habla de un género, mexicano refiere a una localidad y geografía, un ser humano alude a la especie, González a un apellido y su posible linaje si lo tiene, licenciado en educación una carrera estudiada, docente un trabajo profesional, plomero a un oficio, clase mediero a un nivel socioeconómico, católico, judío, cristiano a una religión, padre de familia a un rol social, soltero a un estado civil, del Poli a una escuela en la que se forma o formó uno, supervisor a un cargo dentro de una empresa, moreno a un color de piel, tarahumara perteneciente a una comunidad indígena, joven a una etapa del desarrollo en la que se encuentra quien lo enuncia, aficionado chiva tristemente a ser seguidor de un equipo deportivo, estudiante de …a un nivel escolar en curso, lacio a un tipo de cabello, bajito a la estatura, delgado a la complexión física, rebelde a alguien que gusta de romper las reglas, delincuente o narco… sin palabras, y así podríamos referir infinidad de posibilidades de elementos identitarios.
Considerando que ser humano es, al parecer, la única identidad que es común a todos y cada uno de nosotros, varias de las identidades que referí en el apartado anterior encierran o tienen dentro de sí una connotación negativa o ligadas al fracaso y a pocas posibilidades de éxito social, pero ¿quién lo decide?, ¿por qué se asume?, ¿algunas identidades son determinantes del futuro o destino de una persona? Ser moreno, pobre, de barrio popular, de escuela pública, hijo de obrero, nacido en provincia, fiel seguidor del Atlante, ¿me condena al fracaso laboral y económico? Según diferentes estadísticas y estudios sí, por lo que distamos mucho de poder hablar de igualdad y justicia social. Mientras olvidemos lo común entre todos nosotros, no habrá posibilidades éticas de poder construir una mejor sociedad, independientemente de apoyos e intentos por reivindicar a grupos históricamente no privilegiados; de hecho, no tendría que haber privilegios, lo cual suena a izquierdista como identidad política, por cierto, pero parece que nos cuesta aceptar y entender que todos valemos lo mismo sin considerar la identidad que detentemos. ¿Quién soy? Hágase la pregunta y valore cada una de sus identidades referidas, puede ser un ejercicio interesante ¿no?
*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]