Identidad adolescente versus Identidad institucional. Una reflexión

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Tengo que empezar refiriendo que se invita aquí a promover una reflexión, no a polarizar una postura, ya que estamos conscientes que, dependiendo el rol, los intereses personales o las creencias, cada uno se posiciona en un lugar en ocasiones inamovible.
Ya con esta aclaración, y desde una formación inicial como psicólogo, quisiera acotar que me parece interesante la forma en que diferentes personas y/o profesionales, la mayoría no del campo psi, hacen un manejo y definición poco fundamentada de las nociones de personalidad y de identidad; hoy sólo me centraré en la segunda.
La identidad, en una definición lacónica, puede referirse a la identificación, simpatía, cercanía y valoración que se tiene de las significaciones de un grupo o sociedad o institución, por las características físicas o psicosociales que se poseen, que lleva a adoptar y adaptar rasgos que se consideran propios e ideales precisamente de un grupo o sociedad, por elección, convencimiento, inculcación y, en ocasiones, por presión social o moda. Hay identidades que se construyen social, cultural y psicológicamente desde los primeros años de vida y otras irán cambiando o incorporándose a lo largo del tiempo. Cuando una identidad con algún cuerpo social se detenta, Néstor Braunstein señala que se deben reconocer y apreciar cuatro criterios fundamentales: 1) cooperación, sentir que se trabaja conjuntamente en pro de los intereses del grupo; 2) participación, formar parte de las actividades del grupo o sociedad de identidad; 3) pertenencia, ser parte de, lo que implica que la persona queda incorporada a un grupo, sociedad o institución, así como este grupo, sociedad o institución quedan incorporadas en el sujeto; y 4) pertinencia, que implica que un individuo debe actuar de un modo adecuado a las tareas de esa entidad microsocial, sin introducir factores perturbadores.
Lógicamente hay identidades que son más significativas y representativas, como ya se ha señalado en otros espacios, pero aquí tenemos un problema de actualidad, tema de la reflexión promovida: ¿es válido que un adolescente con una identidad y subjetividad en ciernes derroque y agreda a una identidad institucional bajo una premisa y argumento de atentar contra sus derechos?, ¿las instituciones educativas tienen una identidad?, ¿una identidad probablemente pasajera o efímera está por encima de identidades institucionales?, ¿la máxima que a la letra señala que la libertad de una persona termina donde empieza la libertad de otra no aplica a adolescentes?, ¿las instituciones educativas, como cuerpo y entidad social, tienen derechos o sólo responsabilidades?, y, en sentido contrario, ¿los adolescentes tienen derechos y no responsabilidades?
Las preguntas surgen de esta situación reciente y cada vez más frecuente en donde adolescentes cuestionan los reglamentos institucionales aduciendo agresión a su persona, tachándolos de obsoletos por no permitirles presentarse a la institución como es su deseo, minimizando e ignorando la historia, tanto de las escuelas como de las personas que algún día, idealmente, construyeron una escuela con una visión formativa. Hay escuelas que tienen y gozan de una identidad, en donde el uniforme o la apariencia física es un rasgo distintivo, identitario, otras obviamente no, lo cual está en función de la autonomía y de los fundamentos de cada escuela o subsistema; sin embargo, pareciera ser que son las escuelas quienes deben adaptarse a las necesidades de sus estudiantes, apoyados por algunas autoridades, tanto educativas como jurídicas, que alejan a los estudiantes del mundo real: el mundo laboral, las empresas, no suelen ser tan complacientes. Muchas de estas empresas y organizaciones, así como profesiones, deportes, actividades culturales, entre otras, tienen en el vestuario un sustento sólido de su identidad: todos reconocemos las batas blancas de las personas vinculadas al sector salud, los colores invariables del uniforme principal de nuestro equipo deportivo favorito, la ropa que acompaña al folclor de diferentes culturas o la ropa de trabajo de algunas empresas, pero eso, para algunos adolescentes, es agresivo y no es necesario respetarse o adaptarse a ello, porque afecta su identidad o su personalidad, aunque no es clara la forma de esta afectación. Teniendo la opción siempre de elegir estar en una escuela que se apegue a sus intereses y forma de ser, lo cual podría implicar una decisión simple y sencilla de cambiarse de escuela, se inscriben en una institución con la que no se identifican y no muestran, por tanto, ni pertenencia y mucho menos pertinencia, no hacen grupo o comunidad entonces, afectando así la libertad e identidad de una institución, la cual puede cambiar obviamente, sí, así como también puede adaptarse un o una adolescente ¿no lo hicimos todos en nuestros tiempos? No recuerdo afectado a alguien en su personalidad o identidad por portar uniforme en nuestras generaciones, pero hoy ya hay casos de amparo para no usarlo; de mantenerse una actitud y postura así de los estudiantes y de padres y madres de familia, y de quienes responden a sus solicitudes, la educación quedará totalmente en sus manos. Valdría la pena analizar que resulta cognitiva y/o pedagógicamente una mejor opción: respetar los reglamentos escolares o respetar los deseos de un o una adolescente. Pros y contras, está para pensarse ¿verdad?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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