Hundir las expectativas de los alumnos

 en José Manuel Bautista

José Manuel Bautista Vallejo*

Hace un tiempo me comentaba una madre cómo al acabar una tutoría con el profesor de uno de sus hijos al finalizar el curso y poco antes de que recibiera las calificaciones finales, éste le dijo:

―Vuestro hijo es medio en sus calificaciones, no creo que llegue a más, se mueve por ahí más o menos.

No hay que ser un “As” para darse cuenta del enorme error del docente, en lo pedagógico y en lo psicológico y cuán grave que, además, actuara en consecuencia llegando al extremo de informar a los padres. Hacer esto último constituye, después de consumar la aplicación de la antipedagogía, una legitimación de la postura adoptada delante de quienes tienen la verdadera responsabilidad de educar a ese hijo, los padres. En suma, se consuma la mala práctica docente, el ejercicio de la antipedagogía y, finalmente, informa este docente a los padres de lo ocurrido tratando de buscar quórum ante la lamentable situación.
¿Por qué no debemos jugar con las expectativas de nuestros alumnos? Muy sencillo. El ser humano es un ser complejo capaz de aglomerar capacidades, emociones, estados cognitivos, retos y bajadas de ánimo… todo lo cual está detrás de la explicación de los resultados académicos de un alumno. El boletín de calificaciones no puede explicarse sólo por un “este alumno no ha estudiado lo suficiente”. Es mucho más, la sociedad lo sabe y las escuelas también, pero es imprescindible que actúen en consecuencia evitando conductas como ésta, que antes que ayudar hunden a quienes son blanco de estos pensamientos y comentarios, finalmente acciones consumadas.
Las palabras, que son herramientas de la comunicación, siendo ésta, probablemente, la capacidad junto con el pensamiento más importante que tiene el ser humano, tienen un poder transformador de la mente y, con ello, del ser humano completo. Es por esto que necesitamos, por ejemplo, el lenguaje del amor, porque nos hace mejores.
Por la misma razón, palabras, gestos y pensamientos donde creamos inexistentes diferencias entre las personas, tachando a unos de buenos alumnos y otros de malos, vagos o retrasados, terminan hundiendo a los mismos, anclándolos y truncándolos como alumnos, luego como personas… acabando ahí la historia. ¡Qué pena!
Por eso, padres que me leéis, no lo permitáis. Por ello, profesores que me seguís, no caigáis en esta lamentable falta pedagógica, llevad siempre al aula energía, entusiasmo, carisma, cariño y motivación, esta es buena base para las grandes hazañas.

*Doctor Europeo en Psicopedagogía. Profesor-investigador de la Universidad de Huelva. josembau@gmail.com

Comentarios
  • Roberto Rojas

    Mi estimado Doctor eso es así, el profesor motivado tiene la capacidad de motivar, si uno no ama lo que hace y a quien enseña, a quién amará o qué es lo que amará?

  • Muchas gracias por tus palabras Dr. Rojas.
    Amar siempre, es imprescindible.
    Un abrazo.
    José M. Bautista.

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