¿Humanidad? ¿Humanitario? Una reflexión

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Intentar definir qué es un ser humano es cada vez más difícil, sobre todo si en la definición se intenta señalar que somos la especie con mayor desarrollo cognitivo o con valores que nos ponen por arriba de las demás; con el tiempo hemos creado varias falacias que se alejan cada vez más de una realidad que pone de relieve una lejanía con estas idealizaciones que tenemos de nosotros mismos como género.
En este sentido, empleamos términos como humanidad o humanitario que, aunque disponen de diferentes acepciones, tienden a referir cualidades que supuestamente comparten los miembros de nuestra especie y que aluden a una sensibilidad manifiesta, una compasión ante las desgracias de otras personas, con relación al primer término, o a lo caritativos, benignos, sensibles con otros y benéficos que podemos ser, con relación al segundo.
Hay en estos términos cualitativos una mayor proximidad semántica con la sensibilidad y no con la racionalidad, que de entrada se descartaba, ya que, los hechos así lo demuestran, las emociones, los sentimientos, los intereses, las pasiones, la codicia y el egoísmo, entre otros factores o cualidades que pudiéramos señalar, están por encima de ella; sin embargo, lamentablemente, pareciera que también están por encima de los valores y de los ideales que como especie tenemos.
La modernidad y el neoliberalismo, diría nuestro expresidente, fomentaron por décadas la individualidad y la competencia, desmontando y derrumbando así el sentido y naturaleza de los valores que son esencialmente y de origen sociales; por tanto, precisan de aprendizaje, no son inmanentes a la condición humana. Falta un viraje a lo común, a lo comunitario por tanto.
La guerra, el hambre, el secuestro, los asesinatos, los robos, las violaciones, la discriminación a cualquier tipo de grupo, la falta de oportunidades para ciertos sectores sociales, el abandono de un hijo o hija, el consumo de drogas, el bullying, son pruebas irrefutables de nuestra falta de racionalidad y de valores. Aún actuando por instinto, son muchas las especies animales que evidencian aprendizaje y/o cuidado de sus crías o clanes, lo cual cuestiona directamente nuestra soberbia y supuesta supremacía.
Ante la falla de los gobiernos, de los modelos económicos, de los organismos internacionales y ahora también de las familias, los últimos resquicios de esperanza que quedan para rescatar nuestra humanidad, nuestro sentido humanitario, se depositan en una llamada sociedad civil, que alude a un puñado de personas que apoyan causas con tiempo, dinero o esfuerzo, y, sí, en las escuelas, en las que se trabaja precisamente el desarrollo de la racionalidad entrelazada con la vivencia de los valores. De ahí la demanda de la sociedad y la lavada de manos para exigir que la escuela forme a buenas personas.
Ya que otras instituciones y personajes no hacen nada, al menos dejemos entonces trabajar con autonomía, compromiso y libertad a los y las docentes: no sólo están formando y preparando a las nuevas generaciones; están salvando también, desde las aulas, la poca humanidad y sentido humanitario que queda en la sociedad. Quien no lo entienda, tal vez ha empezado a perder algo de humanidad. Piénsenlo, es un buen ejercicio racional.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. [email protected]

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