Hipocresía
Jorge Valencia*
La hipocresía es una estrategia del carácter que facilita la consecución de intereses personales a costa de la traición. Es una actitud generalizadamente virtuosa en un mundo con valores trastocados donde el fin justifica los medios. Se sustenta en el engaño: la habilidad para difundir una falsa creencia, una lealtad aparente, un amor que no se siente. El hipócrita es amigo de sus enemigos y enemigo de sus amigos. Manifiesta aficiones que no tiene y convicciones que no posee. La conveniencia guía sus acciones y estimula sus conversaciones.
Los hipócritas son piadosos que no tienen fe. Altruistas con interés. Aduladores con albur. Atlistas que corean los goles que anota Chivas.
Lugares propicios para la hipocresía son los templos de cualesquiera denominaciones religiosas, las oficinas, las exposiciones de pintura, las lecturas de poesía y los salones de clase. También las mesas de la cocina donde se reúne la familia, el lecho conyugal, los libros de autoayuda.
Ahí se gestan los hipócritas como embarazos por generación espontánea. La paternidad de ese feto monstruoso es el complejo.
Practican la hipocresía las damas de honor cuando abrazan y festejan a la novia; los que pierden una final de futbol, cuando felicitan a sus rivales; los compañeros de salón, al aplaudirle al de mejores notas y los poetas, cuando dedican al colega alguno de sus poemas. Incluso en la intimidad de la conciencia hay quien es capaz de engañarse a sí mismo: son hipócritas hieráticos; esquizofrénicos del disfraz.
Cuando los artistas del renacimiento elaboraban una escultura y ésta se dañaba, para no repetirla y disimular la cicatriz le agregaban cera. Las mejores esculturas estaban hechas “sin cera”. Una persona “sincera” es alguien sin mácula. El que dice la verdad. El que abre su corazón.
El hipócrita, en cambio, construye edificios verbales con ladrillos de simulaciones. Es quien no es. Vive una vida que no es suya.
Es fácil identificarlos… Caminan de lado. Ríen profusamente. Asisten a todas las fiestas. Han visto todas las películas y aplaudido a todos los cantantes. Participan de todas las conversaciones… Los hipócritas duermen con los ojos abiertos; confunden el sueño con la ambición, la libertad con el desarraigo, la franqueza con la injuria.
Su impostación los lleva al extremo de creer que caen bien. Pero nadie confía en ellos. Todos les sacan la vuelta aludiendo un compromiso urgente. Los hipócritas están solos. Acuden a marchas, enarbolan banderas y cantan himnos ajenos, firman panfletos, dan limosna, rezan a todo pulmón.
Hipócritas canónicos: Nerón, Judas, el Tartufo, Ofelia y Claudio (la madre y tío de Hamlet), el Padre Maciel, entre otros.
La escritora Margarita Yourcenar escribió: “Exageran la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble.”
El antifaz del hipócrita es de papel: ninguno vive cien años.
*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]