Heroificados seréis recordados

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Sabemos, o imaginamos, que cada uno de los héroes que nos dieron patria siempre fue bueno, desde que era niño y tocaba la flauta, hasta que fue anciano, en que fue magnánimo. En sus furias combativas era misericordioso, en sus afanes era constructivo. Para eso son los héroes: para que no se les vea defecto ni debilidad alguna. Lo malo es que así todos se nos confunden: el que nos dio la independencia bien pudo promover la reforma de la república. El que inició la revolución también escribió la constitución. El que libró una batalla pudo librarlas todas y ganar casi todas y perder ninguna.
La apuesta de nuestras historias por hacer de los agentes de la historia hombres (y recientemente, mujeres) de férrea voluntad y de una visión preclara acaba haciéndonos perder en memoria. Así, don Miguel nos parece contemporáneo de don Gustavo o de don Ignacio. Doña Leona se nos confunde con doña Josefa, con doña Rita Pérez o con doña Margarita Maza. A las que no sabemos si se convirtieron en heroínas por soportar las heroicidades de sus respectivos héroes domésticos de importancia nacional o por méritos propios al emprender hazañas que nos parecen igualmente heroicas y, definitivamente olvidables. Nos acordamos de todos en un cuadro que los yuxtapone en una misma época y en unos mismos lugares. Como si cada uno viniera a continuar o a repetir lo que hizo el anterior.
De tal modo que, a diferencia de los santos, rara vez les recordamos una vocación. Que sus imágenes se conviertan en puras e impecables nos hace olvidar qué pecados cometió cada uno y qué méritos los pusieron en los altares de la patria. Por supuesto que recordamos algunos de sus rasgos y nos confundimos por sus roles en una familia cuyos padres son muchos y con nombres concretos, con una sola madre y con un nombre que nunca hemos conocido. En todo caso, poco sabemos de las fechorías que esos héroes realizaron antes de volverse héroes, las que nunca se consignarán en los libros de historia porque la idea es que sean, para siempre, buenos e intachables.
La consecuencia es que tampoco nos acabamos de enterar de la historia reciente, a la que consideramos mera cuestión de costumbres, y olvidamos las acciones que nos llevaron a las condiciones actuales. Si todos los héroes fueron tan eficaces y resolvieron los problemas de la patria para siempre, ¿por qué estamos ahora en estos problemas tan espinosos? ¡Por qué ya no hay héroes ni ejemplos a los cuales mirar en el diario trajín? En parte porque nos negamos a pensar que el día actual es parte de la historia y que, quizá en unas décadas alguien “descubrirá” que los agentes de la vida cotidiana eran malvados o bienintencionados y nosotros ni cuenta nos dimos, hasta que algún historiador venga a narrarnos nuestra vida pasada y darle un sentido heroico. Y señalarnos quiénes fueron los constructores y los destructores de una vida cotidiana que sólo vemos teñida de problemas, pero carente de proyecto, de rumbo y de antecedentes.
La implicación de conocer tan mal nuestra historia es que cuando transcurren nuestros tiempos poco nos damos cuenta de las implicaciones del quehacer de los agentes que actúan todos los días, que toman decisiones sin que nos acabamos de enterar qué es lo que hemos de decidir nosotros en nuestros días de plena ocupación. ¿En qué medida podríamos actuar de otro modo para contrarrestar las decisiones de quienes actúan como si su papel fuera generarnos problemas en vez de resolverlos? ¿De qué manera convertimos en héroes a los que cometen errores cotidianos que olvidamos adrede, para resaltar los errores ocasionales de quienes estamos dispuestos a convertir en villanos?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar