Hay que saber perder

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

No puedes suponer que serán los demás quienes siempre pierdan contra ti. Que cada vez que aparezcas en un concurso de belleza, una carrera, un juego de lotería, una elección para un cargo, seas tú quien obtenga el triunfo. Tampoco puedes creer que tienes una personalidad, un cuerpo, una plataforma, un conjunto de habilidades, un discurso, una sabiduría, un grupo o una velocidad que nadie podrá superar. Porque entonces sospecharemos que los dados están cargados, o que hiciste alguna trampa, o torciste las reglas del juego, o sobornaste a unos cuantos jueces.
Buena parte de nuestras experiencias en la vida están matizadas por la posibilidad de no tener éxito. Es claro que no hay seres humanos que hagan todo bien desde la primera vez. Y todavía menos probable es que siempre lo hagan mejor que los demás. Cualquiera que sea el campo de acción. Bien sabemos (tuvimos que aprenderlo poco a poco) que una buena cantidad de nuestros esfuerzos fracasarán. Y también hemos aprendido a soportar la frustración de no lograr nuestros objetivos en el primer intento.
Los padres que se desviven por señalar que cada movimiento de sus hijos es una encarnación de la perfección y que es superior a lo que cualquier otro mortal haya logrado antes, inhiben en su descendencia la capacidad de soportar la frustración y de aprender que también hay que perder. Se requiere de tenacidad, de convicción y de esfuerzos para mejorar nuestros desempeños, pero eso no significa que acabarán por ser los mejores en comparación con nuestros competidores o rivales.
Las consideraciones anteriores se aplican en contextos de aprendizaje como las instituciones escolares, pero también en otros ámbitos como la familia, la política, el deporte. Hemos sido testigos, no sólo en el caso de la incitación a la violencia por parte del cuadragésimo-quinto presidente del país vecino el 6 de enero de 2021, sino también en otros acontecimientos públicos, de personas que se niegan a aceptar resultados que no les favorecen. Que se emberrinchan durante largos minutos, o días, o meses, tras alguna derrota y reiteran determinado momento en que se les robó una posibilidad de victoria, que suelen considerar el punto determinante del resto de su vida.
Son muy escasas las ocasiones en que ganar determinada competencia definirá la vida de alguna persona o equipo de personas. Por lo general, habrá otras personas que ocupen el cargo y realicen determinadas actividades asociadas con ese trabajo con menos o más tino. Con excepción de aquellos duelos que terminan con la muerte de alguno de los rivales, es altamente probable que haya una siguiente oportunidad de aprendizaje y de victoria detrás de algún partido o competencia perdida.
Los acontecimientos del 6 de enero del 2021 en el edificio de El Capitolio, en Washington, reflejan de qué manera un político (de quien ya conocíamos su mitomanía y su escasa capacidad de aceptar la frustración en general y la derrota electoral en particular), derivaron en tragedia para las instituciones y para varias personas. Lo que nos hace cuestionarnos no soóo cómo la crianza, pero también el entorno social en el que se ha desenvuelto ese personaje (incluidos los miembros de un partido político) han derivado en que muchas personas acudan a las acciones violentas tras haber perdido por las reglas legales. En una época en que nuestras limitaciones sociales se han tornado más virtuales que presenciales, habría que plantearse ¿cómo aprender que, antes de los mayores triunfos, suele haber intentos fracasados?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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