Hasta que explota el asunto

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Beirut, Líbano, agosto de 2020.
Guadalajara, México, abril de 1992.
San Juanico, México, noviembre 1984.

Los casos de explosiones trágicas en distintas ciudades del mundo son un reflejo más de la manera en que los humanos preferimos postergar los problemas en vez de enfrentarlos cuando son pequeños riesgos. Al igual que los asuntos de las parejas llevan a la crisis por no abordarlos por parte de quien los percibe, sufre o identifica. De la misma manera en que se han multiplicado súbitamente, en distintos ámbitos, las denuncias de acoso sexual. Así como se han acumulado cadáveres sin identificar y sin procesar y sin que reciban digna sepultura.
Postergamos los problemas con la esperanza de que esos asuntos o quienes los plantean desaparezcan. En vez de solucionarlos, prestamos nuestra atención a otras cosas rutinarias, o enfocamos nuestra energía en esconder lo que no queremos o no sabemos cómo definir ni resolver. En Beirut fueron poco más de 2,700 toneladas de nitrato de amonio que estuvieron almacenadas en el puerto durante seis años. Minuto tras minuto, día tras día, año tras año retando a la suerte de quienes deberían resolver el problema y de quienes podrían ser afectados por las consecuencias de no resolverlo.
Los asuntos postergados no son sólo asunto exclusivo de las empresas, ni de los individuos. En la educación, muchas veces con el pretexto de resolver lo inmediato y urgente, dejamos para después la solución de situaciones que resultan tan estresantes que preferimos voltear a problemas menores o para los que tenemos algún paliativo más expedito. Muchos asuntos urgentes acumulan presión.
Al igual que la hipertensión en pacientes cardiovasculares, las tensiones en las escuelas no disminuyen con cambiar el tema del diálogo. Imagino al paciente que llega al consultorio de medicina familiar y describe síntomas cardiacos: “por lo pronto, resolvamos los problemas de su pie diabético, y ya que tenga un infarto, nos preocuparemos por esas áreas superiores”, podría resolver el médico. O a la pareja que plantea la necesidad de dialogar acerca de sentimientos y finanzas: “por lo pronto, freguemos la loza sucia y no friegues con los otros asuntos para los que ni tiempo tenemos”.
Hay temas en la educación que se postergan muy a pesar de que haya quien los plantea constantemente, sin que haya quienes se apoderen del problema y se comprometan con su solución. “Ya dialogaremos”, se convierte en que, por lo pronto, el asunto seguirá acumulando aristas y generando otras consecuencias.
Uno de esos asuntos, por citar uno de decenas pendientes, es el del manejo patrimonialista en varias de las universidades de nuestro país. Distintos grupos de funcionarios, enquistados en el poder durante décadas, desvían recursos que estaban destinados a fines académicos. Y hacen fiestas, festivales, ferias y faustos, compran vehículos, pasean por el mundo, amueblan o remodelan oficinas en las que no reciben a quienes les han de plantear asuntos por resolver.
En Beirut, las autoridades portuarias declaran que se hicieron varias solicitudes de retirar el material que explotó años después. Seis años se postergó el asunto. Hasta que explotó. Ahora será cuestión de buscar culpables del desaguisado en vez de haber localizado, en su momento, a las personas capaces de reducir y eliminar el riesgo.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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